Tengo un zorzal adentro. Me lo dio el horizonte.
Hizo nido en mi alma porque era como el monte
y algo huraña le daba su propia libertad.
Por él, adentro llevo predio, río y aurora.
Canta en su venturosa prisión y a veces llora
cuando por mis pupilas se asoma a la ciudad.
Suele sufrir nostalgias de sol y cielo abierto.
No cambiara de jaula por más que fuese bella.
Siempre sus cantos dice: -Antes que preso, muerto!
(Y voluntariamente canta en las manos de ella…)
Indigente de alma, millonarios de oro,
villanos vestidos y con mucho metal…
Aunque me diesen todo su sonante tesoro
no les diera una sola pluma de mi zorzal.
¿Que les regale el canto?... Así el astro regala
su luz, sencillamente, desde que en él está.
No es lo mismo hacer música que enajenar el ala,
algo que mi divino zorzal jamás hará.
Decís que tengo un pájaro dentro de la cabeza,
mientras medís el lienzo con metro irregular…
Tengo lo que vosotros no tenéis: la riqueza
que el alma pura y noble dilapida en cantar.
Llenaría de versos vuestro papel de estraza
como poniendo música nueva a vuestra ilusión.
Trabajad para el vientre copioso de la raza.
Yo seguiré cantando para su corazón.
Vosotros podéis mucho. Tenéis oro de sobra.
En cambio a mí la vida suele tratarme mal.
A veces me dominan la angustia y la zozobra
por culpa del metal.
Como el mejor regalo para la compañera
que parte con la mía su vida sideral,
bajo de siete llaves yo tengo una quimera
que es casi luminosa, celeste y musical…
Un sueño grande y triste que hace que más la quiera,
un ritmo a flor de labio y un canto de zorzal.