Nos unimos así, como se unen
las sombras de los sueños.
Desde entonces mis lunas son más blancas
y mis lagos atónitos de adentro,
de tanto y tanto concentrar arrobos
para espejar su imagen están quietos.
Nos unimos así, como se unen
las sombras de los sueños,
magnetizadas en la misma estrella
por el imán sagrado del silencio.
Fue al término de un viaje,
cerca de un bosque lleno de lamentos
cual el cordaje de una enorme lira
batido a latigazos por el viento.
Su tenue sombra penetró en mi alma
como en las ruinas lóbregas de un templo
en cuyo intercolumnio mutilado
se abrazan la noche y el misterio…
No nos dijimos nada;
nos miramos adentro;
las manos enlazadas
erigieron un trébol
de cuatro hojas… En ellas
puso un rocío inmemorial el sueño
y aligeró la noche sus tinieblas
y se anudaron los destinos nuestros.
¡Nos unimos así, como se unen
las sombras de los sueños!...
¡Somos un alma hasta la hora última,
hasta el fondo del tiempo!