EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA

Por Marcelo Leites

podemos...

Ha llegado la hora de plantearse seriamente de qué hablamos cuando hablamos de poesía. Si hasta no hace tanto tiempo la poesía podía encontrarse en las exhaustivas búsquedas existenciales, en el atisbo de algún tipo de trascendencia o en un plus de sentido indicado por las mismas palabras del poema (otro mundo, otro plano), o, aunque más no sea, en el recorte de una “realidad” que valía la pena –escribir, leer–  porque estaba dentro de algún orden estético, una parte de la poesía actual parece haber olvidado todas estas consignas, para transformarse en la transcripción literal de la realidad, una especie de hiperrealismo banal, anodino, insustancial. 

Podríamos pensar qué hay detrás de esta manera de concebir la poesía. Y si es que se trata, todavía, de poesía. La cuestión de fondo es esta: hay gente que cree que la poesía no es ni buena ni mala. Que simplemente existe, como el pan, como el agua, como una planta. Hay gente que cree que la poesía no es un arte con determinadas reglas y que se puede escribir por afuera de la tradición poética, como si bastara con la descripción del pequeño mundo cotidiano que nos rodea. Como si posicionarse en el simple lugar del cronista bastara para escribir una obra literaria. Como si la “pretensión” de no hacerlo, de estar afuera (de la tradición, de la estética, de la idea de obra de arte), alcanzara para volver interesantes propuestas de escritura que relatan cosas como esta: 

Hoy he trabajado
desde las 9.00 a las 16.15.
Llegué al taller
levanté los mensajes,
hice llamados:
con una proveedora
y tres clientas
Susana,
Marta,
Silvia de parte de Fernando.

(“Poesía proletaria”)


Con esta estrofa de Fernanda Laguna (de ella se trata), alcanza y sobra. ¿Qué percepción de la realidad hay aquí? ¿Qué visión de las cosas? Plano, plano,  planimetría pura aseveró con certeza Javier Adúriz sobre esta poesía. Es inconcebible valorar la poesía en lo que tiene de no literaria, valorarla porque es modesta, sin aspiraciones, valorarla porque es intrascendente como las rutinas de la vida cotidiana y a pesar de todo eso, está "bien escrita" (?) o es “eficaz” (?).  Pero hay algunos críticos que lo hacen. Damián Selci, por ejemplo, en la revista Planta de febrero de 2012, que reproduce la nota “Fernanda Laguna, por una literatura legible”, publicada algunos años antes en el sitio virtual de la revista, que también incluyó una amplia selección de Laguna en su antología “La tendencia materialista”; en ese artículo firma cosas como esta: “Sus libros (los de Laguna) pueden no ser de poesía; el tema es menor; lo que importa es que son buenos” (Sic!!!).*

Me pregunto: Si el poema no tiene densidad, si no hay espesor, si las palabras del poema se quedan sólo en los referentes; si no hay en suma un lenguaje connotativo, ¿podemos seguir hablando de poesía? ¿solo porque el texto está cortado en versos?Si uno de los presupuestos de la “poesía de los 90” fue huir de la solemnidad, de lo artificioso, y aun del sujeto lírico, esto no significa necesariamente apelar a la banalidad, a lo cursi, a lo kitsch. Creo que algunos de los poetas de esa generación leyeron mal los presupuestos estéticos del objetivismo y del minimalismo y es justamente esa mala lectura lo que produjo obras  que pueden tener el mismo interés que una lista de supermercado, que la enumeración que puede hacer cualquiera sobre sus rutinarias actividades cotidianas, que una insípida apología de Xuxa. La buena poesía está más allá de la anécdota, la anécdota puede ser un punto de partida pero no es todo el texto. El poema tampoco es un fenómeno sociológico, lo social también puede ser un punto de partida, pero no es todo el texto, como tampoco lo ideológico o lo teórico por sí mismo.

Comparar a Laguna con Aira como hace Selci, me parece injustificable. César Aira es un gran narrador argentino que elaboró una estética a contrapelo de la tradición que venía teniendo la literatura argentina desde Borges a Saer. Y su narrativa es sólida, aún desde la pose de "escribir mal". Además de ser dueño de una imaginación prodigiosa, algo que en la “poesía” de Laguna brilla por su ausencia. Y la poesía que podemos encontrar en la prosa de Aira está tan lejos de Laguna como Aira de Proust.

El problema no es sólo Laguna o Cucurto o algunos otros de los incluidos en la equívocamente llamada generación de los 90 (que ha incluido a un grupo muy reducido de los poetas cronológicamente pertenecientes a esa generación), ni los críticos o académicos que han leído en ellos lo que no existe, sino sus epígonos, los jóvenes que se están acercando a la poesía desde ese lugar, creyendo que así están a tono con la época desencantada, creyendo que ahí está la posta, creyendo que la poesía puede dejar de lado la tradición literaria, puede dejar de lado cualquier tipo de búsqueda existencial o estética, pero donde lo único que queda son anotaciones de una literalidad pasmosa y absolutamente tediosa. 

creo...


“Hay que reconocer que posiblemente el mayor logro de Belleza y Felicidad haya sido fulminar por completo las aspiraciones sublimatorias de la poesía argentina” dice Selci. Es cierto, y así nos va. Gran parte de la pobreza de la última poesía argentina se debe a esta “concepción” que ha dejado de creer en la belleza como finalidad última de la poesía. Poemas de Laura Wittner, como este: 

La pareja invernal

Montaron su pequeño universo
dentro del auto frenado en la esquina.
Se dicen cosas, se ve que hablan,
resulta todo muy satisfactorio,
un núcleo duro entre lo blando:

polarizado, alientos y calefacción
                     –no desempañen:
                                         esa cápsula es mágica 
                                         mientras siga difusa.                                               

hacen que sigamos creyendo que la poesía es un arte,  que por suerte hubo y hay otros “poetas de los 90”, donde podemos seguir encontrando esa condensación y potencia significante propia de la poesía, donde el lenguaje abandona su carácter  denotativo  y produce un fulgor que permanece mucho tiempo en la retina del lector. Nada pasatista hay ahí, nada efímero, sino, acaso, la captura de una pequeña epifanía. Que dura, que durará para siempre.

 

Fuente: Poesía Argentina

* Si alguien desea leer la nota completa puede ir al siguiente enlace: "Fernanda Laguna, por una literatura legible".