Nada podrá curarme
del horror del sufrimiento.
Qué, acaso,
podrá quitarme
la humillación y el dolor?
Este arroyo
no bravío, pero prepotente
busca ahora el tiempo
en que lo cruzaba
por el “puente viejo”
rumbo a la escuela
la del “puntero” y la desdicha
la de la desolación
y la injusticia,
enajenándome
para el resentimiento.
Viejas destripadoras
de la infancia
digan por qué
matar así
la imaginación y la caricia?
La Paz (e/ríos) - 1975