Dorado el otoño de fresnos regalando hojas amarillas
como alas leves en el viento, alegres, callejeras.
De dorados el otoño, con alas de cometas remontando anhelos.
Con colorados liquidambar, el otoño de Concordia.
Con niños remontando colores en barriletes, indagando futuros.
Recorro el cielo de la infancia guardada en un soplo.
Dorado el otoño de concordia donde algún ibirapitá
demoró el verano para espiar el desnudarse de las ramas.
Con domingos al aire libre, con la libertad del aire.
Las travesuras rodando en la gramilla, correteando inocencia
alegre el otoño de las familias en la tibieza dorada del sol,
el sol en su nostalgia acortando el camino del horizonte.
Serena la tarde, al oeste en violetas la calma atardece.
Concordia en domingos de río y pájaros, en risas y cantos
con las voces que remonta el lago abarcando distancia
cuando los últimos destellos reflejan vuelos buscando nidos.
Es este, el atardecer litoral pintado de luces, matizado.
Cuando los últimos destellos dibujan paisajes en el espejo del agua
el ceibo gotea sangre en la orilla, y más allá,
las palmeras regalan el último yatay dorado de sol.
Los sirirí y los biguá en formación cruzan el azul que oscurece
el aire se va enfriando para humedecer en perlas
la armonía de los sueños de mi Concordia.