Montes de soledades…
Aguardándonos,
acechantes isletas de silencio.
Engañan tras las brumas
verdores cenicientos.
Apaciguan murmullos los ribazos.
En el cielo del río
la niebla
tiende sus finas redes,
el alba
aún cobija sus trinos,
el hombre
manso de esperas largas,
la canoa
olorosa de escamas…
Un súbito relámpago angustioso
sobre el agua restalla:
el pez herido
ya no verá la luz de la mañana.
Atizando un fueguito soñoliento
¨ somo’ como el pescao,…¨
dijo el otro en la orilla.