la casa es un túnel de voces cenizadas

sal derramada en el suelo

y espejos con una sola imagen

en diferentes edades

paseo con mi copa de vino

descubriendo bichos de rara belleza

en las grietas del domingo

recuerdos que intentan mirarme

entre tules de oscuridad

estalla el fósforo enciende el cigarrillo

distingo el esqueleto de un pez

sobre un libro antiguo

entre sus hojas descubro como pétalos

esqueletos de labios secos

con el recuerdo de una corona de espinas

que los rasgó casi con placer

suena el timbre un despertador

o una erección mental

o el rasguido de un corazón

llegaron tus labios como seis de enero

al antojo de mi niñez

la llave de tu nombre

para abrir los cielos y los infiernos

a invitarme a la derecha de tu piel

y ahogarme en la sal de tu abismo

una vez más salto desde el pájaro de mis sueños

hasta el tímido durazno de tu bien

el tiempo se hace carne al hambre de mis manos

sol rodando por tu espalda

voy desde Aries

hasta piscis

besando la constelación de tu vientre

derrito las alas del amor

en el zodíaco de tu cuerpo

savia derramada en el humus

que tus piernas abrigan

árbol arrodillado en la pradera de tu bello

el mar como espejo del cielo

y el cielo ahogándose

una vez más en el mar

la eternidad es el beso

infinita búsqueda para quedar

se consume la llama del fósforo

oscuridad

silencio enfrascado en la casa

que gira sin reloj

en la mesa la botella vacía

en el piso

el cristal descuartizado de una copa

anuncia una lluvia de cenizas y nieve

en el paraíso de los ausentes.

 

De: El Paraíso de los Ausentes 2011, Colón