Por Alberto Lagunas
“El margen de la aldea”, de Marcelo Leites. Ediciones Río de los Pájaros. Concordia, Entre Ríos, 1992. 54 páginas
Una voz joven de Entre Ríos: la de Marcelo Leites, de Concordia, quien en su primer volumen, "El margen de la aldea", nos ofrece un universo interior que tangencialmente sugiere y llega al lector: a la sensibilidad, intimidad cómplice que la lectura de toda obra poética obliga en el momento del diálogo. Se trata de diecinueve poemas que asumen una "poética" o proyecto estético que he venido observando en los mejores libros publicados en la Argentina en los últimos años. La estética del simbolismo, que sigue postulando el nombrar aludiendo. Aludir más que cercar al objeto con el término. Los nombres que denotan objetos concretos tienen otro matiz: abstracto o de sentimientos profundos: "Fuego escapándose por tuberías / de instantes que se desdoblan / (...) Papeles escritos para ese fuego". En esa busca, el poema-no-escrito (paradójicamente enunciado con palabras) tiene varios momentos: el silencio ("como el rumor de los pinos / o la tierra... o cuando una mujer dice nuestro nombre"). El instante que consume como el fuego y de allí en el cuerpo del poema como opuesto, además de silencio es ceniza, es devenir y tiempo o la interioridad ("el entorno mirado desde adentro"). En este juego de oposiciones está el instinto (en la imagen del caballo oscuro) y la voluntad de escribir ese poema-no escrito.
Estos ejemplos los he tomado de "Desde la costa", poema con el cual se abre el libro y que, dividido en seis partes se une con "Poética", en donde la imagen de la flor que ignora que será arrancada de su raíz lleva al símil. "El poema es un acto de la mente / tal vez / su único acto / antes de ser / arrancados de esta raíz / que hemos dado / en llamar / vida".
Como toda obra de arte, la poesía se enraíza en esa vida que en literatura se llama lenguaje. Alusión, más que nombrar decíamos. Aludir y eludir el lugar común. El común del lugar —la vivencia—, adquiere otro sentido. La enumeración de objetos: campos, ventanas, calles o acciones cotidianas (en el poema que da título al volumen) no hacen otra cosa que llegar a una perspectiva tangencial que está cercando el sacro lugar del alma.
En ese lugar —en el universo creado por Marcelo Leites— el amor ("Ella" se titula el poema) es uno de sus polos. El otro, desenmascarar con acidez lo irrisorio de ciertas posturas estéticas. Su firme pulso se lo permite.
Diario EL LITORAL - SANTA FE, sábado 30 de abril de 1994