“Es que ser periodista es tener una vocación que se lleva para toda la vida”, sostendrá. Los tiempos primeros y los valores de siempre le permiten a Adolfo Argentino tirar de la punta de un ovillo para darle un sentido más cotidiano nada menos que a los 200 años de la Patria
-¿Se acuerda cuándo ingresó por primera vez a una redacción?
-Fue en 1944. Tenía catorce años. Había empezado en el Colegio Nacional y existía la posibilidad de hacer crónicas de fútbol, que era una forma de tener unos pesos para solventar los estudios. Empecé en un diario que se llamaba “El Noticioso” de Paraná. La vocación de periodista creo que es algo natural en mí. Recuerdo que en la primaria, iba a la Escuela “Manuel Belgrano”, participaba con entusiasmo de los periódicos escolares. Lo imprimíamos con mimeógrafo. En aquellos tiempos existía un sistema que se llamaba “cola de pescado”, que era una especie de serigrafía. Se ponía las hojas húmedas y se imprimía. Los primeros escritos fue describir el mundo cercano: cumpleaños de compañeros de grado, las fiestas escolares. En 1945 se fundó en Paraná la primera emisora de radio, la querida LT 14, que pertenecía a la cadena de Radio Belgrano. Eso fue el 8 de julio y al día siguiente se funda LT 15 en Concordia. Fue una gran delegación presidida por Jaime Yanquelevich, que era el director propietario de Radio Belgrano. Bueno, este recuerdo es oportuno porque también ingresé al mundo de la radio como cronista deportivo.
-Entonces sigamos con el espíritu de experiencias fundacionales: ¿cómo fue enfrentarse por primera vez al micrófono de la radio?
-El primer día que me tocó hablar, lo hice detrás de unos micrófonos que eran una especie de aros, sostenidos en el medio con alambres y resortes. De alguna manera ese prodigio de la tecnología nos intimidaba, a diferencia de hoy, que cualquier niño de Jardín de Infantes se siente familiarizado con la tecnología. Pero no me quiero olvidar de algo importante en mi vida: en 1946 me convocan para trabajar en la sección Deportes en El Diario de Paraná. Y esa experiencia me ha marcado para siempre y por eso soy un eterno agradecido. Después incursioné en el campo de la cultura, entrevistas. Tuve mi primera publicación que se llamó “Enfoques”. Y cuando ingresé a la Facultad, me comprometí con una publicación universitaria de la cual fui director. Más tarde sacamos una publicaciones que se llamó “Letras” y otra que denominamos “Guía”. Siempre son publicaciones que fundé y fundí, porque el periodismo gráfico marca el inicio del periodismo, también ha sido el más duro de sostener. Por eso siempre critico que cuando nace una publicación gráfica todo el mundo habla de ella, pero cuando desaparece difícilmente se escuchen voces. Es ingrato. Y encima no existe ninguna ley que obligue a guardar el último ejemplar y eso a la larga dificulta o es un obstáculo escribir la historia del periodismo gráfico.
-Si bien su campo no ha sido la historia, sus trabajos de investigación obligan a preguntar cómo llega a ella…
-De la historia he sido testigo de grandes hechos gracias al periodismo. No me considero un historiador nato, aunque me gusta la investigación histórica para ciertos trabajos. Pero no me considero un historiador. La historia se sufre, se vive y es muy difícil contarla.
-Entre Ríos es una tierra fecunda en materia de escritores. Lo que llamado la atención es que salvo los diarios y en alguna medida la Editorial de la Provincia, Entre Ríos carece de editoriales fuertes para que los escritores compartan sus creaciones…
-La divulgación siempre es importante. En lo personal me considero un periodista que escribe libros. Una vez me hicieron un análisis de sangre y me salió tinta. Por eso valoro a las artes gráficas porque tiene una vinculación muy directa con el escritor. Pero los escritores que se han consagrado en la provincia debieron radicarse en Buenos Aires, son muy pocos los casos que estando en la provincia pudieron trascender. Ante la falta de editoriales de libros, los diarios siempre fueron espacios generosos para la actividad literaria. Y después hay una cuestión de magnitudes de mercados para la difusión. Por ejemplo, en Buenos Aires una editorial hace tirajes de dos mil ejemplares como mínimo, y en Entre Ríos con suerte se editan doscientos ejemplares. Y esa diferencia de tiraje explica también las dificultades para que un autor sea masivo. Pero hay algo positivo que quiero transmitir con respecto a Entre Ríos. Me refiero a las actividades de divulgación y preservación del patrimonio literario que hacen las Bibliotecas Populares, que además resguardan testimonios importantes de la cultura provincial. Por otro lado, he observado que en la mayoría de los hogares de los entrerrianos, por más modesto que sea, siempre hay un libro a mano. He visto con emoción hasta cajones de manzanas convertidos en estantes de biblioteca. Yo vivo en un mundo de papeles y he aprendido a valorar la palabra. Mi esposa siempre me decía que era muy fácil ordenar mis colecciones de revistas y recortes: sólo se requería un fósforo. Felizmente nunca pasó y quedó como una risueña anécdota familiar. Pero estimo que esa situación la han vivido y la viven la mayoría de los periodistas. Siento adoración por el periodismo gráfico. La vez pasada estaba viendo una compilación que realizó Aníbal Vázquez sobre las publicaciones gráficas que ha tenido Gualeguaychú desde 1919 hasta 1945, y la cuenta daba 117 publicaciones, algunos con nombres insólitos como “El Dulce de Leche”. Me afloran los recuerdos: he sido corresponsal en la revista que sacaban Gallisier y el profesor Rodolfo García y que si mal no recuerdo se llamaba “Gualeguaychú social y cultural”.
-Su generación visualizó a la educación pública como una posibilidad de movilidad social. Sin embargo, hoy en día es más difícil esa concepción. En su época se estaba convencido de que a través de la educación se progresaba, pero hoy ya no se explicita con esa seguridad. ¿Qué pasó para que en términos de sociedad se perdiera semejante perspectivas, ese norte tan preclaro?
-Efectivamente, hoy no se valora a la educación como una posibilidad insoslayable para el progreso individual y colectivo. Considero que ha existido un gran impacto con la influencia de la televisión y luego con los medios informáticos; es decir, un avance de la tecnología de la comunicación que de alguna manera eclipsó a la educación o la educación no pudo acompañar como correspondía. Pero fundamentalmente considero que hemos retrocedido no por el avance de la tecnología sino por el retroceso de los valores morales. Este es el punto esencial, la pérdida de los valores morales es la gran causa de todos los retrocesos de desarrollo de un individuo y de una comunidad. Si una persona recorriera los archivos periodísticos de antes, tanto gráficos como radiales, no encontrará una sola mala palabra. Sin embargo, hoy es moneda corriente escuchar y leer muchas barbaridades. Quiero aclarar que nunca adherí a una concepción moralina, pero con la misma intensidad sostengo que cada cosa debe tener su ubicación y su tiempo. La educación de los chicos, si bien es importante en la escuela, la competencia de los medios es tremenda. Se podría decir que por el momento los medios de comunicación están eclipsando a la escuela. Y esto es grave, porque se le da más competencia a la voz de un comunicador que a la voz de un educador. Se deforma el lenguaje, con esa deformación se empobrece el caudal de vocabulario y como si todo esto no alcanzara, existe un ostensible divorcio de la familia con la escuela cuyas consecuencias nefastas ya las estamos padeciendo. No se pueden relativizar las autoridades sociales de una comunidad. ¿Por qué la señorita maestra no tiene la misma autoridad que antes? ¿Por qué nuestros mayores no son escuchados como antes? Todo eso influye de manera negativa en la formación, incluso en la formación espiritual de una sociedad. El exceso de comunicación, paradójicamente, nos produce incomunicación. La saturación, vacía. Y se vive hostigados por los medios de comunicación, especialmente los electrónicos. Y ese acoso, ese hostigamiento nos incomunica con el que tenemos al lado. Si vale la imagen, es lo mismo que ocurre en una torre de departamentos, donde se ignora quién es el vecino y esa ignorancia no permite vivir el barrio. Y una cosas que más extraño del periodismo, que más lamento que se haya perdido, es el lirismo y la bohemia del periodista.
-Esta saturación, este ahogo en la comunicación ha provocado la disminución en el caudal de vocabulario que hoy puede manejar un joven… Y es grave, porque al no poder manifestar lo que se siente, se vive con una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento porque su relojería ya está en marcha…
-Es que hay que superar la paradoja de vivir incomunicados pese a tantas posibilidades para estar comunicados. Es cierto que internet amplía el mundo, lo vuelve más cercano; pero también genera mayor aislamiento. Y nos influye en nuestro lenguaje, nos inculca valores que atentan contra nuestro desarrollo, nos muestra cosas que no todo el mundo (ya sea por su formación o por su edad) no están en condiciones de asimilar. Encima empobrece el idioma y con ese empobrecimiento obstaculiza la identidad, porque el lenguaje es por encima de todo un formidable instrumento para transmitir la identidad y la cultura. Daré un ejemplo: siempre digo que la televisión convirtió el círculo familiar que se expresa de manera cabal en una mesa en un semicírculo. Antes, la familia reunida alrededor de una mesa dialogaba sobre las cosas buenas o malas que estaban viviendo o sintiendo. Pero hoy, con la televisión se ha perdido algo esencial en la vida cotidiana como es el diálogo alrededor de una mesa. Es más, si alguien expresa algo en voz alta, se lo silencia porque no permite escuchar lo que se dice por la pantalla del televisor. Es terrible, porque nos empobrece como familia… y si la familia se debilita se debilita la sociedad.
-¿Por último, que le inspira vivir el Bicentenario de la Patria?
-Es como dicen muchos, una gran oportunidad para refundar nuestras bases. Pero sin opacar ese concepto, también recuerdo que todos los días debemos darnos la tarea de hacerlo. Claro que es un privilegio generacional vivir una fecha como esta, pero es un honor vivirla todos los días. A veces confundimos la contradicción con la pluralidad, lo importante es buscar las coincidencias y no las disidencias. La inspiración del Bicentenario debería pasar, entre otros muchos aspectos, por lo que hemos dialogado recién: recuperar la fortaleza de la familia, valorar las oportunidades para cultivarse y desarrollarse como persona y como sociedad, recuperar el sentido de autoridad y respeto, y recuperar nuestra identidad como Nación.
Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO ©
Tomado de: http://www.diarioelargentino.com.ar 15/05/2010