Se adormece la aldea bajo una siesta de oro,
mecida por el áspero canto de la cigarra;
y a robar de las uvas el morado tesoro
una oruga ladrona va subiendo la parra.
Con su pico curvado como un alfanje, el loro,
que bajo un sol de fuego su plumaje achicharra,
tiene el perfil adusto de un caballero moro
escuchando impasible la guerrera fanfarra.
Bostezando su tedio abre la boca el pozo;
un pollo inicia un flirt, mirando receloso
al gallo que le acecha con instinto asesino,
y camino del charco, dejando el garabato
de una escritura china, va caminando un pato,
y es un burgués rechoncho que se marcha al casino.