SAN CARLOS, Concordia, en Argentina, julio de 1888
Querida hermana:
Vivimos en un sitio privilegiado. Nuestra casa se alza frente a la azulada corriente del río Uruguay que, como si quisiera saludarnos, pega saltos y hace cabriolas delante de nuestras ventanas, formando el salto Chico. Sus aguas bajan cargadas de peces que los muchachos del saladero pescan en sus ratos de ocio o en las noches de luna. Ayer los hermanos Olivera me trajeron dos grandes bogas para que las preparara “como allá…” Su pedido me dio que pensar y traté de recrear aquella “bourride” que mamá nos preparaba cuando añoraba el puerto meridional donde había nacido. Por el gusto con que la comieron y lo abundante de la pesca aquí, en Concordia, me parece que voy a tener oportunidad de volver a prepararla y volver así, a enlazar mis recuerdos con estos nuevos lugares y estas nuevas gentes que estoy conociendo y amando ya…
Querida hermana: me hubiera gustado compartir contigo también estas comidas, a la tenue luz de las lámparas de gas, en esta cocina cálida y perfumada, donde no se siente el frío, ni la humedad, gracias a los fogones rojizos de brasas; charlando y riendo con amigos del lugar con quienes, a pesar de la distinta formación, tenemos tantos gustos en común. Te abraza
Madame Bec, tu hermana Dauphine.