IVÁN NOBLE

 

 ¿Les puedo contar un secreto?

 Acérquense.

 Más cerca, por favor.

 Ahí está. ¿Listos? Ahí va

 Soy terrible fan de Iván Noble.  Pero mal.

 “Y…los Caballeros De La Quema eran una buena banda” dirán algunos. “Avanti Morocha” y “Sapo De Otro Pozo” son temazos, dirán otros. “Oxidado” la rompe, dirá alguno que sabe más de la cuenta.

 Pero no, no me entendieron.

 Soy terrible fan de Iván Noble. De su carrera solista, quiero decir.

 Tengo (en versión Compact Disc, diría mi viejo) “La Parte De Los Ángeles”. Un disco del que se vendieron tres copias, lo compramos la novia de Iván, su Mamá y yo.

 Hay algo en su manera de escribir, en su manera de ser re loser en todos los temas, de perder más minas que un anti-Casanova, que me hace pensar que Iván Noble es un tipo como yo. Un tipo que va remándola en dulce de leche por el mundo

 “Que me hacía pensar” debería decir.

 ¿Por qué “hacía”?, se preguntarán ustedes.

 Porque un día – responderé yo – me enteré que, mientras Don Iván me regalaba tantas canciones que me tocaban el alma, se estaba comiendo a Natalia Oreiro.

 ¡Miralo al chabón! ¡Tan loser que parecía! ¡Natalia Oreiro nada más y nada menos!

 Me sentí estafado. Sentí que nada en esta vida tenía sentido. En resumen, me sentí como un boludo.

 Le comenté mi dolor a mis amigos fans de Ivan Noble (somos más de lo que parecemos) y todos me miraron con cara de “¿sos boludo o te hacés?”.

 Quiénes hayan leído el anteúltimo párrafo sabrán que yo ya me sentía un boludo y que lo último que necesitaba era que me lo refregaran en la cara.

 Más tarde, solo en mi habitación, encerrado con mis discos, me puse a pensar.

 Porque eso es lo que hacemos los boludos cuando estamos solos, pensamos.  Pensamos un mundo en el que todo esté bien y no seamos tan boludos.  Pensamos un mundo en el que podamos encajar mejor. Pensamos un mundo en que podamos ser Iván Noble, comiéndonos al bombón de Natalia Oreiro.

 Y entonces me di cuenta.

 Iván Noble, con todo lo perdedor que era en sus canciones, con sus veinticuatro mil maneras de arruinar el chamuyo perfecto, con su récord de treinta y dos rebotes en una noche, se estaba comiendo a Natalia Oreiro.

 ¡A Natalia Oreiro!

 Pensé, si Iván podía, ¿por qué yo no?

 La historia de cómo me choqué contra la pared y como tardé dos años y medio en darme cuenta de que yo no soy Iván Noble, se las debo.  Por ahora, sólo quiero que conozcan la historia de cómo, un día, ser medio gil  me levantó el ánimo.

 Y, obviamente, brindar por los que estamos hartos de salir a buscar orquídeas entre la basura