A MI PADRE

Triste es la voz del viento que murmura

Entre las verdes hojas del ciprés;

Pero más triste aun es el lamento

Del que perdió del corazón la fe.

 

La noche sin estrellas brilladoras,

Envuelta en negras sombras de pavor,

Tiene más luz que las horribles horas

Del que perdió la luz del corazón.

 

Fortuna, porvenir, gloria y halagos,

 Cuánto el encanto de la vida fue.

Puede perderse sin que pierda el alma

La vivífica esencia de la fe.

 

¡Ah! Todo lo perdiste; padre mío;

En horas de inclemente tempestad.

La miseria pisó nuestros umbrales

Y regamos con lágrimas el pan.

 

Pero no desmayó tu noble espíritu,

No vaciló, ni tropezó tu pie;

Te dio fuerza la fe para la lucha

Y la victoria coronó tu sien.

 

¡Oh!  ¡Qué felices somos,  padre mío,

Cuando te vemos al hogar volver!

Humilde y pobre, trabajando siempre,

Y el noble corazón rico de fe.

 

Agustina escribió este poema a los 14 años cuando su padre, administrador de la Aduanan de Concordia, fue víctima de intrigas políticas que lo llevaron a la cárcel y dejaron a la familia en la miseria