Yo soy un ave, tímida, agreste,
Nacida sólo para cantar
Bajo los ceibos y los chañares
De las orillas del Uruguay
Donde las blancas flores del aire
Viven unidas al arrayán,
Y los silvestres burucuyaés
Entrelazados al ubajay.
Donde el boyero, de negras plumas,
Sabe tan dulce, tierno cantar,
Que se detienen para escucharlo
Hasta las ondas del Uruguay.
Donde las bandadas de aves canoras
Van en las tardes a contemplar
El llanto de oro del sol, que muere
De las corrientes en el cristal.
¡Ay! Allí un día dejé las cuerdas
Más sonadoras de mi laúd,
Los dulces himnos de la esperanza,
Mis blancos sueños de aroma y luz.
Por eso apenas murmuro ahora
Los dulces cantos que allí aprendí:
Me falta cielo, la luz, el aire,
¡Ah! ¡Quién pudiera volver allí!