A una amiga
Más vivo es el perfume de las flores,
El horizonte azul mucho más bello,
Cuando, de paso, se respira el uno
Y se contempla el otro desde lejos.
Iba cruzando la espinosa vía
Llena el alma de imágenes y sueños,
Sonriendo a las nubes pensaban,
Las nubes voladoras del recuerdo.
Cuando el blanco cáliz de tu alma,
Flor regada con llanto de los cielos,
Llegaron a mi espíritu anhelante
Perfumes de dulcísimo embeleso.
El viajero que trepa las colinas
Donde crece el clavel del aire esbelto,
Lleva la vestidura desgarrada,
Impregnada de aromas largo tiempo.
Viajera yo también de las colinas,
Donde crece la flor del sentimiento,
Donde a veces se dejan los jirones
Del manto vaporoso de los sueños.
Traigo el alma bañada en los perfumes
De aquel mensaje cariñoso y tierno,
Con que a mi pobre canto respondiste}
En horas para mí de desconsuelo.
Y aquí, donde la vida me sonríe,
Donde se expande el oprimido pecho,
Donde vuelvo a sentir las quimeras,
El embriagante y misterioso beso;
Aquí ya van dos veces que he soñado
Que te oía pulsar el dulce plectro
Y arrancar melancólicas canciones
Al glorioso laúd de tus abuelos.
Yo sé que si no tienes, por fortuna,
El don, siempre funesto, de hacer versos,
Tienes la esencia que perfuma el canto,
La esencia celestial del sentimiento.
Y es hermano tu espíritu del mío,
Y se ven y comprenden desde lejos,
Y se envían mensajes de ternura
En las alas del ángel de los sueños.
Evidentemente cuando Agustina escribe este poema dedicado a su amiga se siente dichosa, no solo lo expresa con toda sinceridad, “la vida me sonríe” sino que también reconoce que sus recuerdos del suelo natal, vistos a la distancia, se perfeccionan. También retoma el tema de la amistad como comunión espiritual entre dos seres. Y, nuevamente, advierte que la misión divina del poeta suele ser además una pesada carga para las almas sufrientes.