detrás de tus huesos veo el mar plegarse y replegarse
como una lombriz para darme el grito.
voy a dejar las manos mojadas sobre tu pecho
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engendro un calor en el vientre para
mantener el símbolo encendido s
algo al patio desnuda
busco la provocación como alimento.
dos cristales amanecidos en mi espalda
la vecindad de los ruidos y los sacudones
del pulpo de los pensamientos. otra vez la
noche, otra vez el sol dejándonos tan desnudos
y yo buscando los cristales para descansar.
Luciana está cansada y hoy solo escribe
cuando nos encontramos me dijiste: si no
haces nada todo sigue. todo sigue pero
la piel está finita y pareciera que le salen
ostras o rubíes.
las mareas trajeron el cuerpo de mi abuelo.
mi abuelo el de los ojos blancos y
la cruz trazada en el colon, lo vi volverse dulce
y disolverse en una voz ronca.
una mujer dice que soy parecida a otra que vivía
en la misma casa, me parezco al ángel
de las cosas que circulan más que al que hecha
polvo de yeso.
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médano:
pequeña colina de arena que forma y empuja el viento
una cinta roja amontona cuerpos
hombre en la luna
hija de hombre en la luna
verano inconfundible y ninguna tortuga que
trague sus huevos
sueño que estoy con mi madre y
que espero un colectivo para seguir viajando
como una prótesis son las palabras
que alcanzan para caminar.
la arena negra me tapó los pies y
entonces vi el ojo mayor de la isla
en forma de cinta roja.
hay una delgada línea entre el brillo y
la ausencia:
mi hermano y mi madre jugando a las cartas
la noche de navidad.
sacudón espasmódico
como una plantación de corales,
madre e hijo
diosa y ángel
se vuelven el azul del mar.
Ilustraciones: Alejandro López
Las islas son mundos aparentes, manchas de sal otra mujer lanzada encima de mí que no conozco