PETINOTTI RENUNCIA

Texto editado en "Poetas y Narradores Contemporáneos 2006" - Antología I - De los Cuatro Vientos Editorial - Pag. 72 

 

Sr. Amuchásteghi:

 

Le escribo para decirle que renuncio. Ayer fui al entrenamiento y pude enterarme de que otra vez me será negada la diez. Y yo creo que me la merezco. Si bien la temporada pasada no hicimos un buen campeonato, no falté a ningún entrenamiento; es más, los sábados que por alguna razón no jugábamos, me iba a correr para seguir estando en forma y no tirar los bofes como hacía más de uno. Que por qué salimos decimocuartos, usted lo sabe mejor que yo, el mediocampo no corría a nadie, nuestro arquero, que por suerte este año se muda con la familia a Canadá, no la veía ni en la foto, y qué decirle de nuestro nueve. A quién se le ocurre poner un nueve gordo. Sí, es verdad, tenía y tiene un buen remate, pero nunca acertaba, de qué sirve ser un burro pateando si necesitas un arco iris para embocarla. Y usted insistía en ponerlo teniendo al flaco Espejo en el banco, que está bien, será un poco vago y le gustará la joda, pero hay que ver cuando ese pibe pisa el área. Las veces que entró alguna diablura hizo y usted solo le daba diez minutos. Si, ya sé, me va a decir que él siempre faltaba a los entrenamientos y que en general no le hacía caso. Ahora, usted lo ponía cuando el partido ya estaba terminado o el gordo no daba más. Por lo menos los hubiera puesto juntos, en una de ésas mezclábamos habilidad y fuerza. Pero no, usted nos hacía la gran Bielsa y mire que usted de Bielsa lo único que debe tener es la locura, si me permite decirlo. Pero bueno, para qué llorar sobre la leche derramada, las cosas son así, va a encontrar muchos mejores que yo, o ya los encontró porque la diez no es para mí. Además, eso de decirnos en los entretiempos “hagan la que saben”, cuando lo único que sabíamos era perder, parecía una broma de mal gusto. Perdóneme, pero los muchachos cada vez que se acuerdan se cagan de risa. Y encima usted insistía en que yo era zaguero central. Es más, cuando me iba al ataque me retaba como a un chico. Oiga, usted nunca escuchó los aplausos cuando yo salía gambeteando en el área o haciendo algún sombrero a lo Gamboa, nunca observó los pases que metía en profundidad. No, a usted lo único que le interesaba era si perdía alguna pelota, si pifiaba o me distraía en la marca. Sr. Amuchástegui: no tengo vocación para ser zaguero, no tengo vocación para el sacrificio, yo soy un lírico. No le hubiera costado nada probarme. Es cierto que de chico empecé en defensa y que me gustaba la marca, morder, tirarme el piso, recuperar, pero a lo largo del tiempo agarré confianza con la pelota y en el barrio, ¿sabe cómo me dicen en el barrio? “gambetita”, como a Latorre, qué le parece. Me imagino que no le parece nada, yo quería darme el gusto, ya no tendré más edad para la división y no sé si el año que viene voy a estar. Más que nada yo quería la diez por mi familia, por mi viejo que siempre soñó con vérmela puesta. Pero no, hoy Arriaga nos repartió los números y a mi me tocó el trece. ¿Ustedes me están cargando o quieren que me vaya? Otro año más al banco, para entrar un ratito y para que por alguna boludez me carguen de responsabilidades. Mire si sabré lo que es el banco que en el nuestro ya no hay lugar para los chicles. Quédese usted con este equipo, ponga la manija que quiere y que le vaya bien, yo no sé si voy a seguir o me retiro. Mi viejo quiere que vaya a probar suerte a otro lado. Me cuenta el caso de muchos, qué se yo. A lo mejor es algo personal, me dice. Pero usted sabe como son los viejos, los hay exigentes y de los otros, los apañadores, el mío es un apañador exigente. Pero bueno, ése es mi problema lo único que quiero que le quede claro es que este año no contará más conmigo. Petinotti se pianta, hagan lo que puedan, ustedes y sus conciencias sabrán si hicieron bien o mal, que tengan suerte, que levanten de una vez la puntería. A lo mejor soy yo, seré mufa, no sé, pero no creo, nunca lo fui. Y si por alguna razón esta carta lo hace pensar, llámeme, abajo le dejo el número, yo sabré comprender. Todos cometemos errores, usted y el cuerpo técnico no serán los primeros. De paso le pido un favor: mándele un saludo a Galvani. Él siempre me carga, ya sé, pero lo debe hacer para pasar por gracioso, creo que en el fondo me quiere. Le dejo mis respetos.

 

Esteban Petinotti