“CABEZA DE BUEY” DELIRIOS EXACTOS, POR GUSTAVO YUSTE

Los poemas que integran Cabeza de huey (Lomo, 2017) de Daniel Durand dejan entrever la variedad de recursos a los que el autor puede echar mando a la hora de escribir. Con estilos que en principio pueden parecer antagónicos, el poemario logra seducir al lector a entrar en ese juego que propone Durand: entender a partir del delirio y encontrar la exactitud en lo imprevisto.

Delirios exactos

Una  sensación extraña puede quedar dentro de cada lector después de leer Cabeza de buey (Lomo, 2017) de Daniel Durand, ya que el libro parece alimentarse de las contradicciones internas más que por una búsqueda orgánica alimentada por un registro o estilo que encadene a los distintos poemas. El autor parece desentenderse de eso para recrearse en cada nuevo poema e, incluso, en cada nuevo verso, obligando al lector entrar en su musicalidad, que es lo mismo que decir en su juego.

“Mi pobre gran cactus de la entrada trata/ de echar raíces en el escalón de mármol…”, escribe Durand en el primer poema del libro, dando así un anticipo de lo que vendrá: el esfuerzo por sostener, mantenerse, encontrar una explicación en zonas adversas.  En esa búsqueda, el autor va a nutrirse de distintos recursos, sin casarse nunca con ninguno, como el boxeador que escamotea su golpe favorito en una pelea.

Un claro ejemplo de eso es la convivencia de registros líricos, imágenes cercanas al objetivismo y la presencia de un lenguaje llano y coloquial. Un ejemplo: “No, suéltenme, y si ahora digo la verdad?/ Y si ahora digo que son todos unos hijos de puta/ mentirosos caretas mediocres ganabecas/ punks subvencionados, hijos de lameguitas,/ dotados hedonistas creyentes en la falsa milenaria/ impostores incansables…”

 

Transcurrido la mitad del libro, sin embargo, Durand muestra una de sus cartas más potentes y se la muestra al lector sobre la mesa: “a veces queremos expresarnos con delirios exactos”, sentencia. Esa definición aplica para lo que se encuentra a lo largo de Cabeza de buey, donde una acción, un sentimiento o una reflexión pueden dar pie a una interpretación libre del mundo o una encadenación de juegos literarios cargados de ironía.  En esa dirección, se lee: “todo al pedo, nada para nadie, eso, ese poquito aquí/ esa nada a patas para afuera de aquel todo/ a empujones para dentro de este poco, esooooo…, algo un ocho un poco”. 

En Cabeza de buey, en definitiva, se encuentra una vez más el talento de Durand para hacer de sus poemas reconocibles a primera vista a pesar de la variedad de estilos que pueda adoptar, sin nunca jugar dos tiempos con la misma camiseta. Si, tal como dice el autor, “el poema perfecto no necesita lector”, no es arriesgado afirmar que el lector perfecto no necesita la homogeneidad de los poemas para captar la búsqueda de un libro. A ese otro ideal apuntan estos poemas.

Tomado de: https://www.laprimerapiedra.com.ar

Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), periodista y escritor: Obsolescencia programada (Eloísa Cartonera, 2015); Tendido Eléctrico (Objeto Editorial, 2016); Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017). Porteño, argentino y sudamericano.