"En memoria de Allegra Byron, hija de G. G. Lord Byron,
que murió en Bagnacavallo, Italia, el 20 de Abril de 1822,
a la edad cinco años y tres meses".
(De la lápida escrita por su padre)
Huelgan los embalsamadores a tu lado
con un lívido saldo de ungüentos y tijeras
y sollozan los urgentes monaguillos del claustro
suspendidos del levísimo perfume de tu muerte.
Y lejos cae la tarde turbia por un fanal de gárgolas celestes.
Pero ¿dónde dormirás ahora
con tu ángel en cuclillas velándote los bucles,
travesura del error, pompa de tinieblas?
¿Dónde, dónde Allegra mía,
escándalo de Dios, impericia de las hadas,
esguince y avería de las primaveras?
Hace rondas mi mano y no te encuentra
en los retablos de nubes de la historia y sus días,
ni en las rayuelas de la memoria y su escalera,
sevicia de la sombra, Allegra, Allegra mía;
caracola que no se abrió sino a los improbables
querubines del infinito, lujuria de eternidad,
brasita de incensario, inasistencia del perdón,
temor de la nieve y los almendros,
sorprendida en la inmensa soledad del universo.
Rehusarán los señores de Harrow
a guardar tu cajita de música nevada,
a tocar tu cofre de asombrado alabastro:
nardo, nácar, lumbre, arcangélica sed de la seda,
desnudez del infortunio, traspié de la mañana.
Sólo en ti fue posible la venganza:
pujanza a solas, azor de azúcar, brote en su cuna,
luna quebrada, espuma sola, melodía,
descarne del contraluz, avaricia de la suerte,
gacelita sonámbula, flauta en el país de los colores,
extravío y esplendor de las torpezas.
Y huérfana en la muerte, como todos.