EL EFECTO DE LOS MITOS

Asistí a la presentación de las Las Principitas, un libro editado por Ariel (de Planeta) y escrito a cuatro manos por Lina Vargas y Nicolás Herzog. En la portada del libro, a modo de gancho, se nos dice “La historia de las argentinas que inspiraron El Principito”, la obra más conocida y difundida de Antoine Saint-Exupéry. En Concordia siempre circuló esa idea de que esas jóvenes y su entorno sirvieron de inspiración al francés para su obra más valorada. Pero si uno lee con detenimiento el libro, que parece muy bien documentado, tiene una redacción pareja con información interesante y otra no tanto (abundancia de datos históricos o reiteraciones innecesarias que sugieren la idea de agregar páginas) y un híbrido de géneros, donde prevalece la crónica, aquella idea mítica concordiense del origen de El Principito se desdibuja un poco.

Cabe quizá partir de algún sentido común de que las obras de ficción tienen múltiples disparadores: vivencias, lecturas, deseos de transmitir ideas. Por lo tanto, esa pretendida linealidad pierde sentido antes de comenzar. Los autores lo sugieren, pero también, contradiciendo al editor, dan otras múltiples motivaciones y pistas por las cuales S-E se sentó o no a escribir y a dibujar El Principito. En Concordia, también lo revela el libro, hubo una operación montada por miembros de la Alianza Francesa de Concordia, en connivencia con las ya maduras niñas que supieron encontrarse con el aviador cuando debió aterrizar cerca de la casa donde vivían. Lo de debió aterrizar no queda muy claro. Hay fotografías de la madre de las chicas, anteriores a ese aterrizaje, junto al antiguo Director de la Compañía Aeropostal Francesa que hacía la ruta Buenos Aires-Asunción, lo cual puede dar indicios de algo no casual.

Al final de la presentación, Nicolás Herzog habló de no temerle a los mitos. Se puede entender la defensa al arduo trabajo que debe haber significado la confección del libro o un argumento de venta, pero no estoy tan seguro de si todo mito tiene un efecto benéfico. Al menos para la literatura concordiense.

Llegado a esta ciudad se me ocurrió preguntar por los escritores locales a alguien fuera del ambiente y al primero que mencionó esta persona fue a S-E y hasta me prestó un video en VHS. Años después, poetas de aquí me dieron a conocer a quiénes realmente se dedicaron y se dedicaban a la literatura en Concordia. Es decir, la Alianza Francesa, promediando los 60, logró imponer al francés como un ícono de la literatura local. En una piedra labrada con una lista de nombres de escritores concordienses situada en la Plaza Rural también figura S-E (¿?). Y, como ya sabemos, hay un colegio privado y un comercio que llevan el nombre “El principito”.

Se dice que gran parte de la cultura de los pueblos se impone desde el poder, sea este académico, religioso, político, económico. Desde luego que la literatura es una partecita de ese entramado de costumbres y formas de pensar que hacen a la idiosincrasia del conjunto social. Latinoamérica, y Argentina en particular, vive aún la tensión entre conquistadores y conquistados. Los conquistadores, europeos primero y estadounidenses después, han marcado nuestra forma de ver lo propio con rasgos denigratorios, sobrarían las citas referidas por ejemplo a la visión del modo de ser del criollo o al actual sudaca. Lo mejor está más allá del mar. Y gran parte de la población, y quizá por un entendible estado de cosas, han logrado que esa denigración se convierta en autodenigración, en culpa, cuando la visión les fue impuesta por factores de poder para su beneficio. La Operación ASE es una muestra más de ese procedimiento. Al lado de una figura mundialmente conocida nuestros autores pierden la carrera antes de partir y es raro entonces que hayan logrado atención, mucho más en una sociedad (como cualquier otra) a la que literatura le interesa muy poco.

Sería un despropósito pensar que la Operación ASE se realizó con la intención de descalificar a los autores locales, sino que sospecho responde a esa matriz de la primacía de lo extranjero y a vanidades de clase. El libro nos cuenta además de la descendencia noble de S-E, que escribe sobre un principito, concebido como un libro para niños. Es decir: un modelo de orden social, la nobleza y un registro literario no superficial pero simple, otro modelo que quizá no enriquezca el acerbo, más cierto aroma a pedofilia del asunto salvado por la mayoría de edad en ese entonces de Susana Fuchs.

Las principitas, además de invitarme a profundizar y confirmar con pruebas contundentes ideas previas, me llevó a indagar si autores sin blasones, sin prosapia, que hubiesen pasado por Concordia antes de ser conocidos y se hubiesen relacionado con alguna familia de clases media, hubieran tenido el mismo impacto literario en nuestra comunidad. De hecho hay un caso real, como el de Isidoro Blaisten, que más allá de su origen (hace poco supimos en contra de lo que él sostenía que no había nacido en Concordia), solía pasar veranos en nuestra ciudad y no tuvo el mismo estatus literario concordiense que S-E. Me pueden decir que IB no tuvo tampoco la repercusión mundial que el francés, pero estoy hablando de los modos en que se imponen ciertas valoraciones, ciertas lecturas, ciertos autores. Si aún hoy, a pesar de haberlo rescatado y conseguido que una alejada calle de la ciudad lleve su nombre, hiciéramos una encuesta sobre quién fue S-E y quién fue IB, seguro los concordienses sabrían más del primero.

Esas reflexiones, me parece, solo sirven, para esclarecer campos y ver cómo opera el poder en la cultura. Es decir, creo deberíamos dar al caso S-E el lugar que merece en el terreno de la curiosidad turística, pero lo operadores fueron más allá y crearon un mito que solo sirve para ratificar nuestra predisposición colonial también en lo literario. Invito a los lectores a que visiten la página francesa oficial de S-E, verán que en ningún momento se menciona a Concordia.

Pasajes del libro que me sorprendieron

Página 104: “Para los europeos África fue un patio de caza, una vorágine de riquezas, un lugar salvaje que ellos tenían que civilizar”. ¿Habrán querido decir explotar? ¿Tenían una obligación?

Página 190: “En 1987, la geóloga Estela Solana le dijo a su amigo, el director de cine Danilo Lavigne, concordiense como ella, que tenía una idea para un documental. (...) con la convicción de que alguien debía contar la historia de la visita de Saint Exuperý a los Fuchs. No solo porque era un episodio histórico en una ciudad sin muchos episodios históricos, sino porque luego de leer “Oasis”, para ella era evidente que El principito estaba inspirado en Susana y Edda Fuchs.” Que me disculpe Estela Solana, pero habría que decir “en una ciudad sin muchos episodios históricos conocidos” cuando sabemos, por ejemplo, que Olegario Víctor Andrade vivió unos cinco años en esta ciudad, la opinión (que está citada) me parece un abuso del desconocimiento. Además, concluir que Oasis es un texto que demuestra que S-E se inspiró en la joven y la niña, cuando tanto el relato como la visita son episodios mínimos en la obra y la vida del francés, es otro abuso, esta vez, de la inferencia.