Una reconstrucción utópica
Reseña de mínimos elementales, Modesto Rimba, CABA, 2017
“La manifestación de lo mínimo en una época de grandezas excluyentes y arrogantes, impone una nueva mirada en que la nimiedad de la grandeza se opone a la grandeza de lo mínimo”. Osvaldo Picardo al hablar de “partes mínimas y otros poemas”, de Esteban Moore.
Creo que ME, es un libro-objeto en el sentido de que en sí mismo, como continente, combina palabras, ilustraciones y espacios con una estética atractiva y, si bien predomina el blanco y negro (negro sobre blanco como sucede con casi todo texto al que estamos acostumbrados), también aparece el verde como signo, como telón de fondo o evocación de una vegetación enmarañada de ramas, hojas e hilos. Tapiz de fondo, bosque: como dice la autora en la contratapa, bosque espeso que es la vida por su imposibilidad de describirla y abarcarla con certeza, bosque de interminables fábulas donde, en nuestra fragilidad de aquel niño que fuimos, debemos estar como adultos atentos a las amenazas o sorpresas gratificantes.
Al recorrer este “bosque” y toparnos con las palabras, podemos ver que ellas se estructuran en breves versos, pero esos versos no tiene un tono lírico, sino el andar de los relatos. Los diversos (y aquí diversos como divergentes) niños adjetivados por otros sustantivos (“niña vértigo”, “niño hambre”, niño nunca jamás”) aparecen en el instante en que acometen una tarea y esa tarea sí adquiere un tono lírico: “con pulso ciego / dispara su certeza / el niño apunte” y vemos graficado al “niño apunte” en el momento en que escribe (reescribe) en una gran flecha de papel con la que pretende dar en el blanco de lo que apunta.
Pareciera entonces que ME, cuando de letras se trata, nos habla desde una estética minimalista, donde la condensación, la ausencia de piruetas u ostentosos arreglos lingüísticos, busca significados profundos con pocos recursos. Busca rescatar del olvido a ese infante solitario que, en distintas facetas, no podremos reconstruir. Porque tal vez no sea cierto que llevamos un niño en nuestro interior, sino que alguna vez lo fuimos y ese ser pertenece al territorio del olvido.
Un hecho curioso de este libro y que abona a cierta originalidad, sea quizá que el último de los ¿poemas? introduce una puesta en escena o programa de lectura de toda la obra. Y cito:
Dentro de palabras
ovilladas, hiberna
un niño
Quizá desde cierta perspectiva, e interpretando la literatura como juego, dentro de cada texto que se escribe y se lee, hiberna un niño o niña extraños.