Mark Strand
Por Marcelo Leites
Mi predilección por Strand se debe al simple hecho de que se trata de los últimos poetas norteamericanos que más me han conmovido. Las traducciones que presentaré son de Ezequiel Zaidenwerg y de Eduardo Chirinos (excepto en un poema donde se indica el nombre de la traductora); es decir, traducciones realizadas por dos poetas, que suenan tan bien en nuestro idioma como en inglés, y parecen escritos en nuestra lengua.
Mark Strand es un poeta querible, un poeta entrañable. Trabaja en sus versos, con las emociones primarias; pero transfiguradas en “emoción estética”; la emoción como una parte de la técnica. A Strand le gustaba la contención emocional en el poema; de ese modo, el impacto en el lector resulta más intenso. La emoción, entonces, sabiamente dosificada, ese es uno de los rasgos típicos de sus poemas.
Dos ejemplos, perfumados:
THE COMING OF LIGHT
LA LLEGADA DE LA LUZ
Mejor tarde que nunca:
la llegada del amor, la llegada de la luz.
Te despertás y hay velas ya encendidas,
se conflagran los astros, los sueños se derraman en tu almohada
y envían cálidos aromas de aire.
Mejor tarde que nunca, cada hueso del cuerpo resplandece
y el polvo de mañana destella en el aliento.
SO YOU SAY
VOS DECÍS
Está todo en la mente, vos decís, y no guarda
ninguna relación con la felicidad. Pueden venir el frío
o el calor, pero la mente tiene todo el tiempo del mundo.
Vos me tomás del brazo y me decís que algo está por pasar,
algo insólito, para lo que siempre estuvimos preparados,
igual que el sol que llega después de un día en Asia,
o la luna que parte tras pasar una noche con nosotros.
Las mujeres: la madre, su hija, sus parejas, sus amantes, son un rito de pasaje para Mark Strand que contrasta con su sano escepticismo existencial. Las mujeres, son, en gran medida, las musas de sus poemas, aunque no siempre aparezcan directamente en la escritura, como en los poemas anteriores, donde el tono emotivo es también “celebratorio”, por decirlo así; pero en este otro poema, dedicado a su hija Jessica, el tono es “crepuscular”, aunque, de una ternura infinita: Strand muere a los 80 años, en 2014, en Nueva York, en la casa de ella, de su hija:
FOR JESSICA, MY DAUGHTER
PARA JESSICA, MI HIJA
Esta noche caminé
cerca de casa
y sentí temor,
no del rumbo del viento
que me hizo amar y ser
sino de la oscuridad y la distancia.
Caminaba escuchando el viento,
sintiendo frío, interesado
en las estrellas que alumbran
la inmensa bóveda del cielo.
Jessica, es más fácil
pensar en nuestras vidas
mientras caminamos
bajo el breve resplandor de las hojas,
amando lo que poseemos,
que pensar en seres tan pequeños
como nosotros
viajando en la oscuridad
sin un camino posible,
sin un final a la vista.
Aún recuerdo otras épocas
bajo el mismo cielo
cuando se aligeraban los huesos
y la herida del cráneo estaba abierta
a los fríos rayos del mundo
y por un instante eran el mundo.
Entonces yo creía
que éramos hijos de las estrellas,
que nuestras palabras estaban hechas
del mismo polvo que brilla en el espacio.
Entonces podía sentir en la levedad del aliento
el peso de un día entero
venir suavemente a descansar.
Pero esta noche
es distinto.
Temeroso de la oscuridad donde vagamos
o nos desvanecemos juntos,
imagino una luz
que impedirá que nos apartemos demasiado,
una secreta luna o un espejo,
una hoja de papel,
algo que tú puedas llevar
en la oscuridad
cuando esté lejos.
Hay poetas cuyo imaginario verbal requiere de varias lecturas para poder ser valorados, por su complejidad sintáctica o por la densidad de las imágenes; la poesía de Mark Strand, en cambio, es inmediata, directa, concreta, concisa, transparente; pero lo es sólo en el plano formal; porque esconde una secreta opacidad o complejidad, en el plano semántico; por la multiplicidad de sentidos, la ambigüedad del sentido, la incertidumbre del sentido o el sinsentido, incluso.
Otra de las características de su poesía es el elemento narrativo: Strand siempre nos está contando algo, algo muy íntimo, nos hace partícipes de una especie de ceremonia interior que puede estar compartida dentro del poema con otra persona, o no. Un relato de una visión que parece un sueño, a través de imágenes que se van concatenando, dentro de una estructura formal de versos libres, sin una métrica fija y sin rima, en la mayoría de los casos. Creo que el hecho de que los padres sólo leyeran ficción, en cierto modo le pesaba, porque quizá a él también le hubiera gustado ser capaz de escribir una novela, para darle el gusto a su madre, sobre todo, a la que tanto le gustaban las novelas decimonónicas; pero si su madre hubiera podido llegar a leer este poema, quizá se hubiera dado por satisfecha; y al mismo tiempo, quizá hubiera podido empezar a leer poesía sin dormirse de aburrimiento:
FICTION
FICCIÓN
Pienso en las vidas inocentes de los personajes
de las novelas que saben que morirán.
pero no que termina la novela. Qué diferentes son
de nosotros. Acá, la luna mira, muda,
a través de las nubes dispersas la ciudad dormida,
y las hojas caídas se arremolinan con el viento,
y alguien -que soy yo-, apoltronado en una silla, hojea
las páginas que faltan, sabiendo que no tienen mucho tiempo
el hombre y la mujer en el cuarto alquilado,
la luz roja encendida encima de la puerta, el lirio que proyecta
su sombra sobre la pared; no tienen mucho tiempo
los soldados debajo de los árboles a la vera del río,
los heridos que son transportados a alguna
ciudad del interior donde se quedarán;
la guerra que duró ya tantos años va a llegar a su fin,
igual que todo lo demás, excepto una presencia
que cuesta definir, un rastro, como el olor del césped
tras la lluvia nocturna, o el resto de una voz que nos avisa,
sin tener que explicarlo abiertamente, que no desesperemos,
y que si llega el fin, pasará eso también.
Mark Strand nació en Prince Island, en Canadá, en 1934. Su papá trabajaba en la Pepsi; por eso viajaba constantemente y llevaba a su familia consigo; Mark pasó su infancia en Cleveland, Halifax, Montreal, Nueva York y Filadelfia. Siendo adolescente, estuvo en Colombia, México y Perú, donde aprendió un español lo suficiente fluido para leer y entender a Rafael Alberti y Octavio Paz, poetas a los que tradujo. Su primera inclinación artística fue la pintura. Estudió poesía italiana en Italia en 1960 con una beca Fullbright. En los años setenta ya era un poeta reconocido; en 1990, lo designaron Poeta Laureado de Estados Unidos; y le otorgaron el Premio Pulitzer en 1999. Su carrera académica lo ha llevado a numerosas universidades para enseñar: Universidad de Iowa (1962-1965) Universidad de Río de Janeiro (1965-1966); Mount Holyoke College (1967); Universidad de Columbia en Nueva York, entre otras. Fue uno de los pioneros de lo que la crítica denominó: "Escuela del cuarto cerrado". Escribió 12 libros de poemas, además de relatos, ensayos y libros infantiles. Sus últimas creaciones fueron collages. Esta última etapa me interesa, como posición del poeta frente al mundo. Dijo Strand, en una entrevista:
Los collages me permiten escaparme del sentido sin tener que lidiar con el lenguaje. No tengo que preocuparme por intentar decir algo y no poder. Corto y pego papelitos, a los que sumo, a veces, algún fragmento en prosa, eso es todo.
Del ensayo La vida secreta de la poesía (dedicado a su madre; donde describe, al final, la emoción inefable de su padre al leer su primer libro de poemas publicado, no así su madre, que muere antes), cito este fragmento, que tiene que ver con la dificultad para leer poesía, dificultad que padece la mayoría de los lectores:
La poesía es la manifestación del lenguaje en su forma más engañosa y seductora, a la vez que imprecisa, con lo que hasta parece que se burla de nuestra ansia por la simplificación y por un orden sencillo del que disponer. Y no se trata solo de que la poesía prefiera que haya una multiplicidad de significados en vez de uno dominante; es que pudiera ocurrir que nos comunicara algo que fuese más allá del “significado”, algo cuyo origen no estuviera en el poeta, sino en la tenue luz primera del lenguaje, en una suerte de estadio “anterior”. Puede que la lectura de un poema sea entonces una búsqueda de lo desconocido; de algo que reposa en el seno de la experiencia, pero que no se puede señalar ni describir sin que resulte reducido o alterado; de algo que sin embargo se deja contener, lo que lo hace menos terrorífico. No se trata de conocimiento, sino más bien de una ocasión para creer, una razón para asentir, una afirmación de la existencia. Resulta opaco y misterioso y, al tiempo que invita al lector, lo repele.
Es frecuente el uso de la primera persona (a veces en plural); en algunos casos como máscara (la misma que usaba Eliot, pero sin erudición), una especie de máscara existencial: el poeta le lee a una mujer una novela en una serie de poemas que se llama “La historia de nuestras vidas”; lo que lee está en cursiva, pero por momentos se empiezan a mezclar los planos y pareciera que la ficción se volviera realidad, o poesía, valga la paradoja:
THE STORY OF OUR LIVES
LA HISTORIA DE NUESTRAS VIDAS
4
Antes que despertaras
leí el pasaje que hablaba de tu ausencia
y decía cómo cuando duermes
se invierte el progreso de tu vida.
Me sentí tocado por mi propia soledad,
saber lo que siento es casi siempre
la infortunada y cruda forma de una historia
que nunca debería ser contada.
Al leer sentí el impulso de ofrecerme
a la casa donde duermes.
Él quería verla desnuda y vulnerable, verla
entre los desperdicios, en los desahuciados
temas de sus viejos sueños,
en sus vanos disfraces y sus máscaras.
Fue como si de pronto se sintiera
arrastrado irremediablemente al fracaso.
Fue duro continuar leyendo,
estaba cansado y quería renunciar.
El libro parecía saberlo.
Sugirió cambiar de tema.
Esperé a que despertaras sin saber
cuánto tiempo te había esperado.
No parecía estar leyendo.
Y escuché pasar el viento
como un torrente de suspiros
y el temblor de las hojas
en los árboles que dan a la ventana.
Parecía estar en el libro.
Todo parecía estar allí.
Y te miré a la cara
y leí tus ojos, tu nariz, tu boca...
Otra marca de su estilo: El hecho de interrogar el lenguaje del poema para llegar a saber qué es lo que de verdad sentimos y qué es lo que de verdad sienten los otros por nosotros. Como si esa duda inapelable, inclaudicable, implacable, fuera una apuesta donde se nos va toda la vida; y lo más terrible es que quizá nunca tengamos esa certeza, porque es imposible conocernos de un modo absoluto, porque nos contradecimos permanentemente, porque los otros son variables, inestables, ambiguos; y nosotros, desconfiados, celosos, absorbentes, o viceversa, etc.
THE MIRROR
EL ESPEJO
Un cuarto blanco, una fiesta,
yo de pie con algunos amigos
bajo el gran espejo enmarcado en oro
ligeramente inclinado
sobre la chimenea.
Tomábamos whisky
y algunos de nosotros, sin sentir dolor,
intentábamos descifrar
el tono exacto del amarillo
en nuestros vasos a través de los rayos del sol.
Cerré mis ojos por un instante,
luego miré el espejo:
una mujer vestida de verde, reclinada
contra una pared lejana.
Parecía distraída,
los dedos de una mano
jugueteaban con su collar
y sus ojos grandes miraban el espejo,
no a mí, sino detrás de mí, en un espacio
que podría estar lleno de alguien
por llegar, en ese momento
estaría comenzando el viaje
que al final lo llevaría hacia ella.
Luego, de pronto, mis amigos
dijeron que era hora de moverse.
Esto sucedió hace años,
y aunque he olvidado
a dónde fuimos y quiénes éramos,
aún recuerdo el momento en que alcé la mirada
y vi a la mujer mirarme asombrada al pasar a mi lado
en un sitio que solo puedo imaginar,
y es siempre como una punzada,
como si solo en ese momento emergiera
de las profundidades del espejo
al cuarto blanco, sin aliento y ansioso,
solo para descubrir, ya tarde,
que ella no estaba allí.
(Traducción: Jeannette L. Clariond)
Creo que los momentos de plenitud o de comunicación profunda con otra persona, casi no existen. Cuando nos dimos cuenta, ya pasaron, se volatilizaron. Así sucede , casi siempre, con el amor, por ejemplo. A propósito del abrazo de Eneas y Anquises, en el Canto VI de La Eneida de Virgilio, Mark Strand dice algo muy bello y cierto, dice que los abrazos expresan posesión y pérdida al mismo tiempo. Y no parece casual que le haya dedicado un ensayo a Virgilio, que escribió la locución latina: "tempus fugit", es decir, el tiempo huye y huye, dice Virgilio, en las Giorgicas, irreparablemente, mientras estamos ocupados en otros asuntos, quizá más banales. Muchos siglos después, grandes escritores, que eran también grandes poetas, como Kafka, Beckett, Proust o Joyce, se encargarían de demostrarnos el sinsentido de la existencia humana; y lo que queda, son esos tenues resplandores que alguna vez nos atravesaron. Cuando nadie recuerda, ¿qué es lo que queda?, se pregunta el poeta, en uno de los poemas de su último libro. No por nada, Strand fue definido por cierta crítica como el “poeta de la ausencia”:
KEEPING THINGS WHOLE
MANTENER LAS COSAS JUNTAS
En el campo
soy la ausencia
de campo.
Siempre
es así.
Dondequiera que esté
soy lo que falta.
Cuando camino
parto el aire
y siempre
vuelve el aire
a ocupar los espacios
donde estuvo mi cuerpo.
Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para mantener las cosas juntas.
De todos modos, aquí, por ejemplo, el movimiento asegura una salida posible. Son posibles, como ya dije, algunos fugaces resplandores, especialmente en las relaciones amorosas; con los padres, en ocasiones especiales; o también con algunos otros familiares. Con los amigos, depende; depende de qué sea lo que busque cada uno. A mí me resulta fascinante la poesía de Strand, que uno puede encontrar diseminada en sus 12 libros; tanto, como el hecho de que al final de sus días se haya puesto a hacer collages para que su personalidad desaparezca en el poema. Ya no quería ser reconocido como “Mark Strand, el poeta”, sino como el inventor de collages o como el cocinero gourmet para ciertos amigos o amigas. Quizá, finalmente, una vez que se ha logrado escribir poemas de esta calidad, ese tipo de cosas son más importantes que el reconocimiento, que el aplauso y, sobre todo, que la figuración y el lustre. En el caso de Mark Strand, todo eso ya estaba, no hacía falta, para qué más. Además, quizá, esto otro, tenga que ver más con la vida que con la literatura, axioma surrealista al que Strand, siempre estuvo suscripto. Aunque formalmente, sus poemas, estén bastante lejos de esa estética.
El poema que sigue tiene que ver con ese hombre sibarita que era también Strand y con un manejo feroz de la ironía, como única respuesta, y apenas una sonrisa, en el magistral verso final, en un mundo, donde quedan pocas o ninguna respuesta y probablemente, tampoco quede nada del pasado de nadie, y que eso, a nadie le importe:
ME VA A ENCANTAR EL SIGLO XXI
I Will Love the Twenty-First Century
La cena se enfriaba. Los invitados, con la expectativa de que los encuentros fuesen de la manera acostumbrada -rápidos, impersonales, azarosos-, estaban tirados por los cuartos. Las papas estaban duras y las chauchas, blandas. La carne... No había carne. El sol de invierno había teñido de amarillo los olmos y las casas; los ciervos iban calle abajo como refugiados; y en la entrada, los gatos se estaban calentando sobre el capot de un auto. Un hombre, entonces, vino y me dijo: “Aunque el pasado me encantaba, su oscuridad, su peso que nada nos enseña, su pérdida, su todo que no nos pide nada, me va a encantar aún más el siglo veintiuno, porque en él veo a alguien en pantuflas y bata, pobre y de ojos marrones que marcha por la nieve sin dejar detrás suyo ni siquiera una huella”.
“Ah”, dije yo, poniéndome el sombrero. “Ah”.
Bueno, para ir cerrando ya, quiero contarles que el título que le puse a esta conferencia, fue lo primero que me vino a la mente cuando pensé en Mark Strand, porque me parece una síntesis de su vida y obra. Es un verso que está incluido en DARK HARBOR, “Puerto Oscuro”, el poema XVI, de esa serie en cuyos dos primeros versos, se lee:
Es cierto, como dijo alguien, que en
Un mundo sin cielo todo es despedida.
Entre paréntesis, ese “alguien” es probablemente el mismo autor, que utiliza ese recurso para no atribuirse esa especie de aforismo y, sobre todo, para no sonar demasiado taxativo. Pero volvamos al segundo verso, que es lo que importa ahora:
EN UN MUNDO SIN CIELO TODO ES DESPEDIDA.
Ahora bien, observen que llamamos cielo al espacio donde se encuentran el sol, las estrellas, la luna y los demás planetas; llamamos cielo a la atmósfera que da la impresión visual de ser una bóveda por encima de la tierra; pero, el color del cielo surge por la radiación difusa, entre la luz del sol y la atmósfera. Por eso lo vemos. En realidad, ese cielo azul que todos vemos no es cielo ni es azul (como bien lo dijera el poeta español Rupercio Argensola, en un poema del siglo XVI), sólo aparenta ser azul.
Es decir, que el cielo, en realidad, no existe.
Lo extraordinario del verso de Strand es que sugiere que necesitamos creer que existe, porque si no todo se olvida y las cosas perecen. Aun a partir de la ausencia, de la pérdida, del vacío; necesitamos creer en algún tipo de dimensión espiritual, sin la cual pareciera que la vida carece de sentido; y quizá realmente no tenga sentido; pero si al menos quedamos transfigurados ante la belleza de una mujer, de una música o de un poema, quizá no todo se diluya. Quizá si podemos levantar la vista y VER el cielo estrellado, podamos decir que nuestra canción va a perdurar o, por lo menos, que mientras estuvimos en la tierra, hicimos todo lo posible para que salga el sol.
Ponencia leída en el Ciclo “Letras en las orillas 2, organizado por Autores de Concordia, en el espacio cultural MAGMA, Concordia, 20.09.2018.-