RESEÑA DE "CACERÍAS EN LA NOCHE", POR FRANC ROSSO

Se pueden narrar las ausencias. En forma de golpecitos que vienen desde una allá. Desde donde no se regresa. Contar, por ejemplo, que los veranos eran casi eternos y nostálgicos. Y que a las noches las arrastran interminables filas de hormigas que no cesan en su hacer. Todo, en el aire, puede ser presa y cazador. Cada gesto, cada olvido, cada cuerpo perdido se referencia en un ayer que no es más que un cúmulo de mañanas formadoras de un cuerpo. María Aranguren nos trae a la memoria esquirlas encajadas en un pedacito de infancia que nos duele. Esa misma que, a la vez, nos propone arrancarlas sin elementos de cirugía. Contar hasta cien, tirarse en el pasto a comer confites, juntarse con la piojosa del grado, descuartizar una rata. Todas trampas invisibles para atraparnos y, esta vez, ser presas en esta cacería. Una prosa nuestra, aprehensible, que nos acerca a lo nuestro, funciona como un arma. Que está allí, al alcance colgada a la par del trofeo para que en cualquier de repente pasemos de presa a cazador. Cacerías en la noche hace que nosotros, lectores, experimentemos esa mutación casi sin notarlo, en una quietud del tiempo que nos acuna desde niños.