De un vaso en el que dos gorriones duermen
beben
inconmovibles
licor de venas azules.
El xilofón de la noche les tersa los hombros
adoran la música
el fuego perfil de las formas
el ras de la carne.
Existe entre ellas un pétalo y un pliegue
el fizz de un caramelo
dulce
agrio
tajo.
Devuelven el reverso de un corazón totémico
pájaros de verano enterrados en otoño
celebran a causa la tragedia de los pichones
combinándose en la espalda el dorado maderamen y la exacta
temperatura
bajo la tela
entreveradas en ligero lenguaje de nervios
de alimentar y llenarse
vaciar y volver
a llenar con dos o tres
gotas la mañana
la ciudad colgada detrás de una ventana
fundidas en el húmedo filo de su intimidad
una parece esconderse
la otra descubrir que nadie
camina esas horas
que nadie
recorre como ella
y escuchar
que dice al decir: voy a hacerlo
como nunca nadie
¿Entendés el riesgo?
Vuela polilla ojona de mi cerebro
sácame este hojaldre de la noche
cítricos perfumes
cometa de alcoholes
refrito de otras prendas
terciopelo y lentejuelas.
Vuélate y entonces
en el trazo que te surca que te desnuda
llévateme a lo que persigues
¡Qué rodeas y rodeas anudándote en mis cejas!
Desprende de mi frente tu imagen
como líquida gota de perlas
y deslízateme en tus efluvios
al alimento de la ninfa
condúceme a las íntimas
luces en las que duermas,
pónteme de pie sobre la cama
y señálame con el dedo hacia arriba
eso que ves en el techo
en las vetas de la madera.