ESQUINA

Ni veredas ni muro, sólo postes y alambre,
esta esquina está sola al final de una calle
Hay pocos que se atreven a andar por sus orillas:
si su silencio invita su barrial desanima
Y la miran de lejos porque parece, ¡pobre!,
su solar despoblado un harapo del monte
Pero aquel que se acerca desvestido de miedo
ve las enredaderas trepar sin desaliento,
tallos y hojas desnudan sus verdes lujuriosos,
campánulas moradas redimen su abandono,
florecitas humildes celestes y amarillas
llaman las mariposas a pasear sus delicias,
a dos pasos hay tasi, macachín, pisingallo,
mburucuyá silvestre con su fruto dorado…
Van y vienen, nerviosas, menudas «tacuaritas»,
las «tucuras»,miedosas, su saltar paralizan
Por entre las ramitas hacendosas arañas
tejen, para las moscas, su mortal filigrana
El apereá, sociable, cuando la luz declina
por túneles de pastos anda de recorrida
Ocultos en las sombras los grillos hacen fiesta,
muchedumbres de «tucos» les prestan sus lumbreras
Hay quien dice, temblando, que en las noches de luna,
una mujer de blanco aparece entre brumas…
Pero son sólo cuentos… La esquina solitaria
no es guarida de espectros donde la muerte vaga:
es albergue del hondo latido de la vida
con la humilde apariencia de las cosas sencillas