SOBRE ADENTRO Y AFUERA, POR PATRICIO TORNE

Si este libro fuese un río, ese río estaría creciendo, y uno podría sumergirse en él o se dejaría llevar por su corriente en un viaje donde todo es placentero y refrescante. Si, como lo dicen las propagandas de gaseosas, refrescante entre tanto agobio de poesía en la que el esfuerzo de los autores por estar a la altura de la circunstancia, terminan cansando a sus lectores.

Estoy convencido que Leites, en este poemario, da muestra de su madurez poética, y eso le permite dejar fluir un lenguaje, con tal soltura que hasta se nota su despreocupación por mostrar todo lo que es capaz de hacer con un lenguaje perfecto, pero acotado a tal o cual manera de escribir. De algún modo a mí me encanta que haya dado un paso más allá del objetivismo obsesivo que cultivaba. Sus libros anteriores alcanzaban la perfección, pero este alcanza la belleza y, como se sabe, la belleza no es sinónimo de perfección. Pero todos, aún el más obsesivo, a la hora de elegir con qué compartir los días, las noches, elige la belleza, porque ella nos da placer que, en el fondo, es lo que se busca. Y eso a pesar de haber aprendido que “El amor verdadero/ es como la pasión:/ letal.”.

Leites se da el lujo de hacer sentencias: “Un personaje de ficción o un cantante/ pueden decir cosas que un poeta no podría” y amenaza: “Algún día voy a escribir/ un poema tan oscuro/ que no lo va a entender nadie.” Se anima a dialogar con un interlocutor que ya no es el que está preparado para comprender lo inasible de la alta poesía, y aunque sigue sosteniéndose en las lecturas de inmensos poetas (hay pelos, citas y señales en todo el libro que lo atestiguan), ahora es capaz de decir; “No te olvides que el tiempo es implacable,/ pero sigue siendo en cierto modo el de la infancia./  Del arbolito de navidad y de los reyes magos,/ cuando todavía existían,/ no te olvides.”

Me gusta pensar la poesía, sí, más allá de leerla, me gusta pensarla como un espacio donde se me permita reflexionar, que me encienda, no adivinar y quedar a oscuras en el intento. Estos poemas me hablan y me hacen tener ideas precisas sobre los mismos temas de los que están hablando. No necesito tener hijos para pensar en la existencia de ellos y emocionarme cuando leo esos textos breves y hondos, muy hondos, sobre Valeria y Joaquín, los hijos de Marcelo Leites. Y no es que no sepa, o niegue que un tema lleva a otro, y una palabra desencadena otras emociones y el poema también se expande, no, sino que es maravilloso encontrar un texto que genere empatía hasta las vísceras y nos deje allí, nos acune o nos sacuda, pero que no nos expulse. Nos deje en ellos y, de ser posible, que convivan largamente con nosotros, así como estos textos.

Leites, ahora que parece “sencillo”, nos muestra sus marcas de aguas, esas que lo califican como un conocedor, como tipo culto, si los hay. Si no conocés a Lucio Fontana, por ejemplo, él te lo muestra, y juega con su historia, su obra, y dice: “El tiempo es un cuchillo filoso/ y el espacio, un desierto/ que no pudimos atravesar.” (...) La manera más lúcida y acertada de hablar de la obra de este artista, aunque puede que, también, esté hablando de otra cosa, nunca se sabe.

Uno puede deleitarse con poemas en los que vuelve a sus viejas pasiones: Juan L. y el río, la observación de esa naturaleza como un Edén atravesada por el Uruguay, y Leites sabe muy bien que ahondar sobre esas cosas es jugar con fuego si se piensa en la tradición poética entrerriana, sin embargo él siempre encuentra la “Valquiria” que a otros se les escapa; él tiene una “manera Leites” de abocarse a esos temas y conmueve como lo hacen los grandes. Sin embargo, a mí que conozco a al poeta, desde siempre, podría decir, lo que más me entusiasmó, lo que más celebro, es que se sienta capaz de hacer las dos “ars poéticas” que se manda. Esa inmensa señal de desprejuicio que indica el momento en que un poeta escribe “desde” y no “para”. Del algún modo, Leites, está escribiendo desde sí mismo, no para la crítica, ni el ojo avisado, o el más inteligente de la tribu. El sí mismo que es el sí de todos los que amamos la poesía, más todos los que esta puede seguir atrayendo.

Festejo y brindo (cómo no va a haber un brindis), la aparición de este poemario, como quien sabe que adentro y afuera está la alegría con la que solemos encontrarnos poeta y lector, Marcelo y yo.

Con inmenso cariño del Pato Torne.