LA POESÍA DE EMMA BARREDEGUY, POR PABLO QUERALT

¿El cielo del verano le pertenecía a Emma en esas vueltas al amanecer cuando las bocas, las manos, los besos la llevaban a ese dialecto de la noche donde mueren los disfraces, y es uno de noche y su simulacro de día? Esas ideas contradictorias que viven en los grandes es en el ideario de Barrandéguy. Salen las ideas para que no le revienten en la cabeza los sentidos, para no dejar avanzar el caos del día. En el deseo que nos hace sabios y es fiesta de los sentidos, la pulsión que esta a punto de no ser ordenada y es control por la que puede ser pensada y vivida en signos y palabras. El valor de seguir el deseo y escribirlo. ¿Existe lo que no se mira?  los dormitorios sin sexo, lo que se pulveriza porque no se repara en ello, ¿es verdad que yo fui así en esos años? Un repreguntarse para conocer. Todo es inconocible en el que solo ve la representación de las cosas. Todo lo que ya es imposible de volver a reunirse. Y en la magia de un tango que convoca lo eterno baila, canta su canción. Lo sensual haciendo máquina en el poema, las tentaciones por el sexo disputadas, el gozo salvaje sin limites de edad en los viejos los jóvenes, los dulces solaces procurados, vividas con una ternura de tiza que marca las líneas del gozo de sentirse vivo. 
Es un cantar bajo la luz de la luna y las manos que tocan ese cielo, el espacio del propio cuerpo y del amado. Aquello que refleja y es uno en el otro, soy en y con vos, esa incandescente felicidad de vivir escrita. Esos son sus días. Ese yo no soy las voces que están en la mente sino el que las escucha, mientras canta y cose en el rito doméstico del día. Las voces como camino a nuestros corazones viviendo instancias. Cantar con la segura independencia con que lo hacen los hombres forma parte de su alegría, captar el ritmo de los mundos. En una lenta velocidad infinita sus poemas juegan intensidades de pulsión y libido que traspasan umbrales, son representaciones creativas. Abarcar con las manos, los temas de los días, crear y vivir y mirar. Estamos en la constelación Barrandéguy  de brillos y esencias, que instauran maneras del amor, de ser con sus ritornelos hacia lo que grabó, hizo mella, un tenderse con la cara al cielo. Para arrojarnos entre su inquietud callada y el recuerdo un puñado de palabras. Los veinte pasos al fondo del patio, la ventana que marca el status de los viejos para volver a sentarse en sus rodillas. El amor, el amor es la reina en su silenciosa intensidad, su fulgor. También es un dolor de hombro en todos los hombros, el que ha cesado de arrojar la pelota. El revés exacto de su vida la trompeta del jazz en lo que inexplicablemente permanece y es reiteradamente suyo.
Brindo por Emma y su mundo que nos trae en bandeja sentidos y estados, intensidades  de existencia, los universos del pecho y la boca, un punto de vista del espacio.
Lo mágico de sus poemas hacen todo bello, cada cosa que se va encontrando,  le encuentra su brillo, es un vivir la vida, despolarizar, una permisibilidad de ser feliz con lo que el mundo ofrece, eso es todo nada más. Un manual para andar felices por el mundo.