TE LLORAMOS, MARTA - POR ROBERTO ROMANI

El 23 de diciembre, al mediodía, cuando los soles del verano recién inaugurado, exaltaban el verde de las siete colinas, murió Marta Dora Zamarripa.

Habían pasado ochenta y ocho años desde el llanto inicial, en las cuchillas del Quinto Distrito, Gualeguay. 

Se habían desdibujado las mañanas adolescentes y los otoños de la juventud en Victoria, y el profesorado de Castellano, Literatura y Latín, en la capital de Entre Ríos.

Siempre supimos, como Francisco Madariaga, que tu corazón era "real como las garzas de las imágenes más bellas de la sabiduría, la amistad y el color".

Ayer y todavía resuenan las palabras de Isidoro Blaisten: "nadie podrá abrir este libro impunemente. Una mujer estaqueada en el rayo ha escrito estos poemas".

Jorge Rivera asegura que Marta Zamarripa "demostró que la poesía es capaz de explorar con riesgo y ternura la estiba gris de los días, para encontrar en algún punto, más allá del olvido y de la tristeza infatigables, el aroma de esa eterna volvedora que se llama primavera."

En la aurora fundacional de la Cátedra de los Derechos Humanos, en la Dirección de Enseñanza Superior, o al frente de la Editorial de Entre Ríos, Marta dejó la señal perdurable de su compromiso y de su encanto.

Lloró la suerte de sus diez alumnos desaparecidos, desde la rectoría del Colegio Nacional de Concordia, cuando recordaba un pupitre marrón ya vacío, y al escribir Cacho o Tito, los días le devolvían "la penúltina sonrisa de un claro adolescer de frío."

La vimos militar por los desposeídos y olvidados. La vimos transitar por los pasillos de la Casa de Gobierno o el Museo Histórico buscando siempre la verdad y la vida.

Hoy, que su nombre empieza a ser recuerdo, junto mi corazón lastimado al alma triste de Martín Carlomagno, y le damos a Marta " nuestro resplandor en un abrazo, para que en este azul volvamos a encontrarnos algún día."

Tomado de: https://www.elheraldo.com.ar - 23-12-2020