Atardece en San Jaime
Atardece en San Jaime
y es sentir en la piel
el aire sutil,
sutilísimo, abrirse
al silencio de las aves
y a un lejano coro de ovejas.
Es tender la vista al horizonte
a las diáfanas figuras
de los eucaliptus,
al garabato negro de las golondrinas.
Es sentarse en la enrevesada sombra
de un espinillo que se alarga
hectáreas y hectáreas
y se pierde en lo profundo del monte.