De Entre el amor y la muerte (1997)
“En cierto modo el bien no tiene consuelo”
Franz Kafka.
Ella sabía que quien discute las razones del amor
discute por sus despojos, éste no sabe de razones.
Que el amor se vacía cuando comienza a convertirse en promesa.
Sabía explicar por qué duelen de otro modo los engaños en septiembre
y toda realidad aunque festiva concluye en lágrimas.
Que para vivir plenamente hay que perder,
perder hasta las ganas de amar.
Sabía (William Blake lo inmortalizaría siglos después),
que quien desea y no obra engendra un sudor amargo, pestilencia.
Que el amor es irrespetuoso e invencible
y otras veces sinónimo de condena.
Que cuando no hay poseedor ni poseída la consumación es verdadera
-(Quién consume a quién: el fuego a la madera o la madera al fuego)-
Por eso y por las espuelas de luz del alba,
Safo, si ellos te acusaron, qué es lo que yo he de perdonar.
Sólo intentaba protegerte y me hicieron tu cómplice.
Safo: en Lesbos amaré tu manera.
-(Miserable el instante si no es apasionado.
Sin embargo por paladear de las descalzas jugosas rojas carnes del deseo,
por paladear hasta los abismos de la embriaguez y el hartazgo,
ahora somos amasijo de perdones y renunciamientos,
el inexpresable límite entre las pesadillas y los sueños,
esta condena.
Amar es convertir los silencios de la sangre
en jadeantes eruptivos tambores;
es interrumpir esta íntima enredada suma de soledades
que celebro y por la que puedo elevarme.
¿Qué busca mi mirada que no veo?.
¿Qué intentan mis palabras que no digo?.
¿Qué quiere mi cuerpo que no siento?.
Si amar es congregar en un solo instante
la sola dicha de no ser sólo esta sangre.
Aunque este río no nos redima de las sedientas bocas
por las que se nos condena.
Miserable el instante si no es apasionado).