Más allá de la métrica y la rima,
de los endecasílabos fallidos,
algo se sobrepone y se aproxima
al poema: su esencia, sus sentidos.
Elige sus secuencias, las anima,
se prueba en los vocablos repetidos,
se hace silencio, verbo, se arracima
en gerundios fatales; y mentidos
resplandores de ajenos adjetivos;
se desmadra, se pule, se atraganta,
se acelera en los puntos suspensivos.
Quiere nacer. Nacer de cualquier modo.
Busca una mano, un lápiz, la garganta
de algún loco que sueña. Y es todo.