Yo no soy esta carne vacilante,
este esqueleto ya enmohecido.
No tengo rostro, nombre ni apellido.
Soy un soplo de luz en un instante
de eternidad por siempre sostenido.
Vengo desde la Claridad radiante
y a ella volveré, más adelante,
como regresa un pájaro a su nido.
He asumido mi ser: soy luminosa;
y entre mis manos, el Amor que crece
me vuelve compasiva y generosa.
Somos parte de ÉL, que nunca olvida;
y en nosotros está lo que parece
inexplicable, que llamamos vida.