SONETO PARA UN INFANTE DORADO

Dulzura natural sobre tu frente

te alumbra todo entero. En tu costado

se ilumina tu llanto demorado

y la última risa está latente.

 

Mi sombra con tu sombra, lado a lado,

también quiere acostarse. Está yacente

en la tierra que empieza a ser doliente

refugio de tu cuerpo delicado.

 

Que no te importe nada el desconsuelo

ni los hayes dispersos por el viento.

Desde hoy, tu morada será el cielo.

 

Puedes irte feliz, aunque nos duela;

que nada te detenga este momento.

Ahora tienes alas. Vuela. Vuela.