A mi madre
-“Hay que esperar el menguante para la poda”-
expresó, segura.
Y luego me invitó a mirar el cielo
para confirmar las lunitas
que habíamos visto en el almanaque.
Su dedo recortado entre las estrellas
me indicó la esfera luminosa.
-“¿Ves?”- insistió
-“Ya está por menguar,
le falta una rodaja...”
Y yo sentí
que una larga enredadera
unía mi mano, la suya y la luna.
Y me olvidé de la poda.