Una bailarina debería sentir el ritmo de la música
en su interior como lo hacen los pájaros al viento
como giran las hojas en otoño y caen a la tierra
o al menos el ritmo en su interior confesaría fuerza.
De la misma manera - a todo esto lo supongo-
Debería tener el paso firme, las manos perfumadas
y un brillo manso en la mirada que la dejara hermosa.
Con su armonioso paso debería almidonar el aire
en la cadera de ella envuelta de calor sobre el verano.
Sin embargo en su belleza la miro cínica al bailar
vacía de canciones bajo los pies del mundo.
De: Como una bailarina sobre la luz del agua, Alción, 2011)