Los cantos del aire y sus cantos.
Los bordes del agua y el agua misma.
El filo de las nubes y sus florescencias.
Todo busca una forma que lo contenga
para abandonar la errancia.
Algo se atisba como un nido y llama
-vacío del cuenco que tiembla-
sustancia que nace del temblor.
Y la transparencia se deja ser en la opacidad.
Y la luz se despliega en la penumbra.