Como las generaciones de las hojas, así también las de los hombres.
Homero, Ilíada, VI, 146
La música del tiempo es siempre triste.
Los años, las familias, los milenios,
memorias que naufragan en los sueños,
de lo que fue o no fue, ¿qué es lo que existe?
Por el camino que al confín nos lleva
de los afanes y de la alegría
viajamos como ciegos, y nos guía
la eterna voz que se oye siempre nueva.
La misteriosa voz teje su canto
con el hilo de voz de nuestra vida,
con el latir del corazón y el llanto
y el coro irresistible de los otros.
Su música nos hace y nos olvida
y prosigue su viaje, sin nosotros.