(Se incorpora una carta a Delio Panizza y dos poemas no recogidos en volumen)
LUIS ALBERTO RUIZ nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 25.08.1923 y falleció en Buenos Aires en el año 1987; sus restos actualmente descansan en su ciudad natal; en cuya tumba se eleva la escultura funeraria “Homenaje al poeta Luis Alberto Ruiz - Donde ardía la memoria” (1996), obra del escultor uruguayense Mario Morasán (1954) que se emplazó el 13.06.2005.
Inició sus estudios medios en la Escuela Normal “Mariano Moreno” y los continuó en el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, sin concluirlos; a propósito en el Concurso Literario que organiza el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” con motivo de su Centenario, obtiene en el mes de julio del año 1949 por su trabajo, bajo el tema “Impresiones y recuerdos de la vida de estudiantes”, un accésit otorgado por la “Comisión Homenaje al Colegio” consistente en medalla, $ 200 y diploma (1).
Por su poesía fue ubicado dentro de la Generación Poética del ’40; precisamente la línea
“neorromántica”.
Colaborador del Periódico “La Juventud”, Diario “La Calle” (que fundó junto a Alfredo Martínez Howard, Víctor Rodríguez, Darío Peretti y otros y donde ejerció de Secretario de Redacción), Diarios “Tribuna” y “El Telégrafo” (donde fue redactor), Revistas “Substancia”, “Optimismo”, “Orquídea” y “El Mirador” de Concepción del Uruguay, el Diario “El Diario” de Paraná, “El Mundo” (donde fue editorialista), “Clarín”, “La Nación”, “La Opinión”, “Magazzine” y “Mayoría” (donde fue columnista), de Buenos Aires. Allí, tuvo reconocidos desempeños en las Editoriales “Claridad” y “Mundi” desempeñándose como compilador, corrector, prologuista y traductor. En la Editorial “Mundi” crea y dirige las colecciones “El Bosque Sagrado”, “Mundilar” y “Cuadernos del Laberinto”. También colabora en las Revistas “Hitos” y “Poesía Argentina” (Buenos Aires, sept.1949-dic.1950) que publica la Comisión Nacional de Cultura (2).
Obtuvo el Premio “Leopoldo Lugones” de S.A.D.E. Central en el año 1956; Tercer Premio Municipal, Buenos Aires, 1963; Gran Premio Editorial “Troquel” por “Cantos Epilogales”, año 1980; además de ser distinguido en dos oportunidades por la Dirección de Cultura de Entre Ríos y en una oportunidad por la Cámara Argentina del Libro, precisamente por su “Diccionario de Mitología Universal”.
En el año 1947 por la Editorial “Claridad” de Buenos Aires edita el poemario “La pasión que nos salva”; dedicado al escultor cordobés “Horacio Juárez” (1901-1977), autor de la viñeta que ilustra la tapa; que muestra a una mujer suspendida en el aire tomando con su mano izquierda una estrella, símbolo en la obra de ambos artistas.
A propósito y a manera de ejemplo expresamos que las estrellas son sinónimo de “distancia”, “enumeración”, “luz”, “conmoción”, “lo femenino” a la vez que “lo misterioso”. En el poema “Una Estrella” expresa: “A veces / las estrellas / bajan, / y se reúnen / con nosotros / como si fueran / mujeres / amantísimas” (p. 181). Y en “Hacia la desnudez” agrega: “...yo busco aquí en mi tierra desde entonces / eso que acaso tiene ser de estrella: hembra plena de luz...” (p. 134).
El ejemplar que consultamos posee la siguiente dedicatoria: “Al poeta Delio Panizza. En unidad de poesía y de espíritu, con el aprecio de Luis Alberto Ruiz - 17 enero 1948”.
Tres días después en el periódico “La Juventud” el poeta Delio Panizza (1893-1965), publicaba el siguiente comentario:
“En una edición limpia y cuidada, el joven poeta conciudadano nos ofrece su libro primigenio ‘La Pasión que nos Salva’ , manojo de versos que trasuntan un espíritu fino, sensible, penetrante, cuyas alas adolescentes aún no van por los viejos y trillados caminos que todavía seguimos algunos, sino que intentan abrirse paso hacia nuevas formas, nuevos cielos y nuevos horizontes desconocidos. Por ello en su carátula ha dibujado, en cuatro líneas su propio destino: la musa que le trae en una mano un puñal y en la otra una estrella. Dolor y luz, síntesis y concreción de toda vida espiritual.
Cuando hace unos días “La Nación” hizo la crítica de mi último libro ‘Montonera’ dijo que mi poesía ‘pertenece a una época que ha pasado ya; que carece de originalidad, que sus metáforas y sus metros no incorporan nada nuevo a nuestra lírica’… Es cuestión de temperamento, de cultura, de gustos estéticos, de medios expresivos y hasta de motivos y temas. No entraré ni analizar la crítica de ‘La Nación’ ni a rebatirla. No niego mi gusto por lo clásico y creo el arte debe ser emoción, forma y verdad, entre otras fundamentales cualidades. Si ‘La Nación’ dijo aquello de mi ‘Montonera’ –y por esto lo he recordado-, no podrá decir lo mismo del libro y de la lírica de Luis Alberto Ruiz, firmemente encausada en las nuevas tendencias, noble búsqueda inquieta en pos de una nueva belleza, o de una nueva expresión de la eterna belleza. Y no es que Ruiz no pueda seguir la huella clásica en la forma. Es que no quiere seguirla y hace bien, porque su juventud y su ansia de novedad, su inquietud y su anhelo de ambientes distintos lo empujan por otros caminos. Lo ha demostrado en sus sonetos ‘La sangre sin reposo’ o ‘Vísperas del desierto’, clásicos en forma, modernos en su expresión.
Hay en estos poemas de Ruiz un ritmo distinto, temas originales, búsqueda incesante. Su lirismo es de buena ley, como lo prueban sus composiciones ‘La soledad existe’, ‘Destierro en el poniente’ o ‘Epitafios líricos’, hondos y sentidos en lo mejor del corazón. Es claro que yo no sigo ni podré seguir por esa vía y es lógico también que no guste en su plenitud esta poesía nueva cuyo cauce va tomando hondura cada día; pero ello no me torna ciego ni sordo y mi espíritu alcanza la belleza y la capta allí donde la encuentra, sin atender a escuelas ni tendencias, a teorías o modas. Ya lo dijo mi verso: ‘aquel que haga belleza bajo cualquier bandera, ése tendrá los lauros’.
Luis Alberto Ruiz, muy joven aún, nos ha dado un libro fresco e inquietamente sincero, doloroso de ausencias y fragante de heliotropos –su evocada flor predilecta-, es de esperar, y hacemos votos fervorosos porque así sea, que por su propia senda llegue a su cumbre en pos de la estrella que su musa le trae en la diestra” (3).
Por Editorial Llanura de Paraná, Entre Ríos, en el año 1950 publica el “Gran Réquiem para Ana Teresa Fabani” (1922-1949), titulado “Los Ojos Cerrados”; una parte de ese poema la leyó el 21.06.1951, la que fue incluida en la publicación “Homenaje a Ana Teresa Fabani” (4) que organizara la Biblioteca Popular “El Porvenir” de Concepción del Uruguay.
En la Revista “Orquídeas” al año siguiente publica una prosa poética que titula “Ana Teresa Fabani” (5).
Por los Talleres de la“Nueva Impresora” de Paraná, Entre Ríos, ese mismo año, edita el poemario “La mujer lejana (Viejos Poemas de Amor)”, cuya tapa está ilustrada con un dibujo del poeta Alfredo Veiravé (1928-1991); donde se exhibe una mujer o musa con una estrella apoyada sobre la frente.
La edición que consultamos está dedicada: “Al poeta Delio Panizza, con el saludo de la juventud libre entrerriana. Cordialmente Luis Alberto Ruiz”.
Dice la contratapa del poemario:
“Luis Alberto Ruiz nació en la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay, el 25 de agosto de 1923, y diecisiete años más tarde, se asomaba a los ambientes literarios de Buenos Aires, donde permaneció hasta 1948. Cumplida ya la juvenil curiosidad de atisbar los movimientos de la joven poesía, regresó a su pueblo, para volcarse con una madura obstinación, al azaroso ejercicio de una experiencia totalmente destinada a trasvasarse en expresión poética. Un acentuado sentimiento autocrítico impidió la entrada en ‘La Pasión que nos Salva’, a la mayoría de los poemas de amor que hoy la Editorial ‘Nueva Impresora’, de Paraná, reúne bajo el título de ‘La Mujer Lejana’ y que fueron escritos entre 1940 y 1948, con una única destinataria que explica su unidad.
Entre tanto, la expresión del poeta se ha ido desnudando. Hace poco tiempo apareció un ‘Gran Réquiem para Ana Teresa Fabani’, donde existe ya una tentativa de poesía más esencial, y muy pronto, Luis Alberto Ruiz publicará su vasto diario poético, en el que alternan, cronológicamente, prosa y verso, la confesión de la lucha, por lograr la poesía, y los resultados, es decir, los sermones y los nocturnos, donde el poeta ha querido traducir la comunión entre el hombre y las cosas y la elevada experiencia del amor, ya no personificado en la mujer –lejana o cercana-, sino en el afán de interpretar todo lo que de revelación tiene cada criatura, y el afán de alcanzar, con la poesía, esa conciencia suprema: la de estar en camino de una plenitud”.
Luis Alberto Ruiz subtitula una página “Un Pequeño Prólogo” y agrega:
“Estos poemas fueron escritos, en su mayor parte, en la página blanca de otros libros de versos, en márgenes de cartas, en el dorso de fotografías y dibujos del rostro de una mujer, en la pared azul de la Torre de los Murciélagos, en mi agenda de direcciones, y también, en el constante verdor de la memoria.
Así como el azar diario los ha creado, otro sentimiento confuso -¿un prolongado romanticismo adolescente?- me lleva a publicarlos ahora. Ordenados aquí por la vanidad literaria, no serán lo mismo que en su sitio original –al borde de las cartas y los dibujos-, pues todo aquello que les dio vida, está lejano, ya no existe. Las cartas se decoloran, o una mano las quema; los libros han desaparecido, los retratos volvieron a su punto de partida, los dibujos se han perdido. Estos versos, ya no tienen más dueño que el tiempo. A su memoria me encomiendo”.
La Revista “Substancia” de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, expresó:
“La Mujer Lejana’ a nuestro juicio, libro más definidor y orgánico que ‘La Pasión que nos Salva’y que recorre al revés el itinerario habitual del sendero de plenitud, trasunta a pesar de que se torna visible como en toda la poética de Ruiz, su amorosa faena de buril, que esculpe, lima y cincela con rigor exhaustivo, retiene mejor en su delicada orografía, las esencias del azoramiento primigenio, el desplegar tumultuoso de las iniciales potencias amatorias en el temprano y tembloroso encuentro…”(6).
El 17.04.1952 en el marco de la Primer Semana Cultural de Concepción del Uruguay, expuso sobre “La Poesía de Entre Ríos” y entre otros conceptos expresó:
“...que abrazada por dos ríos y un paisaje que la determina es una dulcísima obsesión a la vez que una erótica invitación al lenguaje y su misterio” (7).
Dictó innumerables conferencias, en Entre Ríos, entre otras, en la Biblioteca Popular “El Porvenir” y en el Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” de Concepción del Uruguay; en el Instituto “Magnasco” de Gualeguaychú; en el Círculo Médico, Biblioteca Popular y Teatro “Casacuberta” de Paraná. En la Universidad del Litoral de Santa Fe; “El Ateneo” de Resistencia, Chaco; Galería “Nexo” y otras instituciones de la Capital Federal. En “El Café Tortoni” ofreció un recital, entre otros.
En el año 1951 realiza el prólogo bajo el título “Conjetura y Enigma de Almafuerte” a las “Obras Completas de Almafuerte: evangélicas, poesías y discursos” editadas por Ediciones “A. Zamora”, Buenos Aires. Que se reeditará y en 1975 ya llevaba la quinta edición.
El 01.06.1952 se edita en el ejemplar N° 19, Año III, de la Revista “Orquídea”, el soneto dedicado a “La Fraternidad” escrito a cuatro manos, en el que intervienen las de Córdova Iturburu (1899-1977), Luis Alberto Ruiz, Juan L. Ortiz (1896-1978) y Delio Panizza.
A propósito incluimos una carta de Luis Alberto Ruiz, Buenos Aires, 23.IX.1954, no incluida en los trabajos sobre su vida ni recopilaciones, dirigida al escritor, poeta y ensayista, Dr. Delio Panizza:
“Mi muy apreciado poeta y amigo: gracias por su emotivo libro sobre Herminia Brumana, que gusté de la primera a la última página en seguida de recibirlo. Transcribiré algunos párrafos para el artículo Brumana del Diccionario de Literatura. Su fotografía llegó muy bien. En base a ella se hizo un dibujo, que es el que se incluye en Entre Ríos Cantada, sistema seguido con todos los demás poetas. (La falta de papel ilustración obligó al editor a postergar para una muy probable segunda edición la reproducción fotográfica. El dibujo va a toda página y, en general la edición será magnífica. Aparte del ejemplar que le haré llegar, podría conseguirle un apreciable descuento sobre otros ejemplares). Respecto al prólogo a la 2da. edición de las obras completas de Almafuerte, debo decirle que no es exactamente el mismo. En extensión está duplicado, o algo más; he pulido algunos pasajes, he intentado algunas interpretaciones nuevas y casi polémicas y he añadido, al final, unas 20 notas y una contribución para una bibliografía de Almafuerte, como yapa; sin otra pretensión. Por otra parte, incluye páginas nuevas. La edición de Peuser incluye el poema que se supone primero del poeta, pero incompleto. Nosotros lo incluimos íntegro. Como la forzosa demora en la aparición del Diccionario me impone un ajuste del cinturón, he iniciado un plan de notas periodísticas para llenar los claros en las finanzas. Y entre mis proyectos, está el de un extenso artículo sobre su casa, su múltiples testimonios del pasado histórico, su historia (rápidamente circunstanciada en un poema suyo) y todo lo relacionado con ella. Claro está que hay dos caminos para hacer un buen trabajo: o que yo visite Uruguay (cosa imposible, por ahora) o que yo reciba de sus manos todos los datos y fotografías correspondientes. Siempre y cuando éste usted conforme con ello. No sé todavía a qué revista o diario he de destinarlo. Depende, mucho, del carácter y de la extensión. Dígame Ud., qué le parece. Y por hoy, nada más. Reciba ud. un abrazo cordial de su amigo. Ruiz - Carlos Calvo 836 (p. 7)(8)”.
En 1955 edita por “Raigal”, Buenos Aires, el “Diccionario de Literatura Universal” y por Ediciones “Antonio Zamora”, Buenos Aires, en marzo de ese año, la Primera Antología Iconográfica de Poetas Entrerrianos (Selección, Prefacio y Notas de Luis Alberto Ruiz) “Entre Ríos cantada” que dedica al editor, periodista, político y empresario español “Antonio Zamora” (1896-1976) (9).
Precisamente ese año L. Gudiño Kramer en su obra “Escritores y Plásticos del Litoral” expresa:
“Luis Alberto Ruiz es un poeta joven, inquieto, moderno, que trata de hacer profesión de su vocación intelectual. Ha publicado La pasión que nos salva, La mujer lejana, Canciones, Réquiem a Teresa Fabani, cuadernos y periódicos poéticos, y trabaja en antologías y diccionarios literarios” (10).
Por Editorial “Claridad”, Buenos Aires, edita la Antología Poética “El linaje de los años” que abarca su producción poética del período 1940-1963 e incluye: “La canción de las islas”, “La guitarra y el Horizonte” y “El Pequeño Libro de los Coloquios”.
El pianista y compositor cordobés Manuel Manolo Juárez (1937) y el guitarrista bonaerense Alejandro Erlich Oliva musicalizan algunas canciones y poemas de su autoría.
En el año 1962 a través de Ediciones Culturales Argentinas del Ministerio de Educación y Justicia, Roberto Ledesma edita su ensayo y antología “Evolución del Soneto en la Argentina” e incorpora a Ruiz y otros dos entrerrianos, Luis Gonzaga Cerrudo y Alfredo Martínez Howard, dentro de los poetas del 40 en Adelante; ademáscita, entre otros, a Raúl Amaral, Raúl Aráoz Anzoátegui, Horacio Armani, León Benarós, Rubén Benítez, Amelia Biagioni, Jorge Calvetti, Atilio Castelpoggi, Alfredo A. de Cicco, Nicolás Cócaro, César Fernández Moreno, David Martínez, Emilio Sosa López, Roberto Themis Speroni y Oscar Hermes Villordo.
En el año 1964 por Editorial “Mundi”edita los cinco tomos del “Diccionario de la Biblia”.
Dos años después y por la misma editorial, edita el ensayo “La Argentina en la picota” (Una estadística del macaneo nacional) con ilustraciones de Landrú (1923-2017), en cuya contratapa se expresa:
"LA ARGENTINA EN LA PICOTA es, según lo había subtitulado originariamente su autor, una 'microsociología de la estupidez criolla', cuyos capítulos intentan mostrar, sin literatura, en puro estilo panfletario, la baraúnda social, política, económica y cultural del país. Sólo veinticuatro horas bastaron a Luis Alberto Ruiz para dar forma a este libreto de humor negro, desde el cual escarba sin piedad las manifestaciones más vacuas, inoperantes, insinceras y vulgares del quehacer y pensar nacionales de nuestro tiempo. Política, burocracia, deporte, incultura, tradicionalismo, lenguaje, vida cotidiana y muchos temas más, tratados con humor y con mal humor a veces, sirven para que proponga el urgente cambio de una mentalidad estupidizante que tiene paralizado al país; y para procurar que se suscite un salto de lo falaz a lo auténtico, de la mediocridad a la calidad, de lo pasivo a lo activo.
Con absoluta independencia de juicio, sin mostrarse regido por ningún dogma, el autor denuncia a los titulados censores de la moral pública y privada, a los paladines de la comodocracia y la tribunocracia, a los ideólogos del blá-blá, a los idiotas inútiles y a los delincuentes de la indiferencia y del conformismo.
Los absurdos esquemas políticos, los atrasados prejuicios sexuales, el opio de la propaganda que consagra falsos valores por el micrófono y las cámaras de televisión, la indiferencia oficial por la jerarquización y el decoro de los trabajadores intelectuales, artistas y hombres de ciencia, modelan los ágiles capítulos de esta estadística del momento actual argentino. Los dibujos de Landrú (que necesariamente no comparte los conceptos del autor sobre el fútbol) otorgan un definitivo valor a esta obra, que intenta sumarse a ese enorme coro de descontentos que clama, en todos los ámbitos del país, por un tratamiento a fondo, por parte de gobernantes y gobernados, de las enfermedades que padecemos".
En el año 1967, su obra “Los Argonautas” por Editorial “Mundilar” y por Editorial
“Antonio Zamora”, Buenos Aires, ordena y realiza las notas a las “Poesías Completas de Rubén Darío” (Edición de Homenaje en el Centenario de su Nacimiento).
Sobre esta última obra expresó el escritor Héctor Faud Miri (1906-):
“Luis Alberto Ruiz, al compilar íntegra la producción poética de Rubén Darío ha llenado todas las exigencias. No hay ni trasposiciones, ni poemas mutilados, ni versos cojos, ni comedidas colaboraciones extrañas al espíritu y a la factura originales que el gran artista dio a su obra. Por otra parte, puede asegurarse que es la única que en realidad tiene derecho a calificarse de completa. Me consta que Luis Alberto Ruiz ha trabajado prolija y pausadamente en la búsqueda de lo más auténtico e indubitable del vasto acervo rubendariano valiéndose de primeras ediciones y archivos periodísticos que registran publicaciones contemporáneas del poeta, segura o probablemente revisadas y corregidas por él mismo.
Esto significa que el responsable de este trabajo no ha procedido a reunir el material que otros, menos escrupulosos, tomaron cómodamente de las publicaciones realizadas en España por Rubén Darío Sánchez y por la que en colaboración efectuaran Alberto Ghiraldo y A. González Blanco. Es indiscutible que el criterio observado en esas ediciones, en vez de coincidir acerca del orden, de la corrección de pruebas y de otros elementos relativos a la convivencia de dar unidad a la obra produjo, y quizá siga produciendo, no pocas contrariedades y no menos polémicas.
Es posible que leyendo algunos poemas el interesado quede perplejo al advertir que determinadas palabras o determinados versos -de Los Raros, en francés, o del original del Coloquio de los Centauros, por ejemplo-, aparezcan aquí en versión absolutamente distinta en el sentido y en la estructura, a la que ha sido presentada en otras ediciones. A este respecto se debe una explicación: Aparte de que a Ruiz lo ha guiado un alto espíritu de lealtad literaria, su responsabilidad se hubiese visto seriamente disminuida si para considerarse con derecho a hacer esta obra no hubiese consultado los mejores estudios acerca de la labor desarrollada por Darío, entre ellos el magnífico ensayo exhaustivo de don Arturo Marasso, Rubén Darío y su creación poética, al que se le debe más de una consulta o salvedad, y al chileno Pino Saavedra, que recogió todo lo que al mismo Darío se le había perdido.
Si a estos méritos se une la circunstancia que representa el hecho de ser también poeta el compilador, y de los buenos, como lo ha demostrado en varios libros y muchas revistas, ya que conoce a fondo el arte del verso, el consultante estará seguro de poseer la colección más fiel del maravilloso cantor de la vida y la esperanza.
El método cronológico seguido por Ruiz es otra de las virtudes que ennoblecen el brillo y la calidad de este armonioso centón, que me atrevo a considerar único y definitivo.
A propósito de esto, Ruiz sabe que al adoptar tal método se coloca en desafío frente a otros compiladores que han declarado expresamente lo contrario, vale decir, que no han querido observar la misma disciplina por estimar que 'el poeta no tiene edad' o justificándose de situaciones, imágenes, ideas, es menester seguir la teoría de sus obras desde el comienzo. Sólo así puede verificarse cómo ha ido perfilando su personalidad y perfeccionando su propia producción.
Por ello, y lo anotado más arriba, desde el escritor de alta jerarquía intelectual hasta el estudiante que empieza a familiarizarse con la literatura, podrán tener el repertorio más amplio y representativo que se haya publicado hasta ahora en América, merced al empeño puesto por Ediciones Antonio Zamora para hallar al hombre capacitado para ordenarlo en homenaje al insigne nicaragüense y a la honradez evidenciada por el fino y erudito poeta e
investigador que es Luis Alberto Ruiz”.
En el año 1987 Ediciones “Antonio Zamora” lleva a cabo la segunda edición de esta obra.
En el año 1971 el Profesor Roberto Ángel Parodi publica el trabajo “Poetas de Concepción del Uruguay”, incluido en la “Guía Turística de Concepción del Uruguay” realizada por Ernesto Bourband T., y manifiesta:
“En el grupo de poetas que, hacia la primera mitad de este siglo (XX), alcanzó merecida fama en nuestro ámbito, figuró, rodeado de justificadas esperanzas, el nombre de Luis Alberto Ruiz que publicara su primer libro en 1947.
Desde su niñez se destacó por sus preferencias intelectuales y por la vasta erudición que le reportaron sus estudios solitarios. A su iniciativa debe Concepción del Uruguay el primer intento de compendiar la actividad poética de la provincia, y 'Entre Ríos Cantada' sigue siendo hoy, obra de consulta cuando se quiere tener una idea por lo menos esquemática de la lírica lugareña. Luis Alberto Ruiz desarrolló una incansable labor, que continuó en la Capital Federal con trabajos donde dio pruebas de la erudición que le habían reportado sus constantes lecturas, y de la cual es claro exponente 'Diccionario de la Literatura Universal'. De su quehacer poético en nuestro medio se destacan 'La pasión que nos salva' (1947) y 'La mujer Lejana' (1950)”(11).
En el año 1975 por Editorial “Claridad”, Buenos Aires, aparece el “Diccionario de Sectas y Herejías” (Historia de las Iglesias, Los Concilios, Sectas y Herejías, Los Iconoclastas, La Reforma, El Pontificado y los Antipapas, Dogmas y Bulas, Sociedades Secretas y Órdenes Religiosas). Dicha edición fue actualizada, corregida y aumentada por el Prof. Ladislao Vadas en el año 2004.
En el año 1981 por Editorial “Troquel”, Buenos Aires, aparecen sus “Cantos Epilogales” (poemas).
Por Ediciones “El Mirador” del Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza” de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, aparecen el poemario “El Habitante del Laberinto y otros poemas” (1984), “El pequeño mundo del poeta” (1984), los ensayos “Magia y sacralidad de la poesía” (1985), “Digresión sobre Valery” (1986) y “El primitivismo en la estética surrealista” (1986).
Por la Editorial “Kier”, Buenos Aires, aparece en 1988 la “Historia de la Adivinación”
En su obra poética no incluyó el poema “Página Blanca” escrito a los 16 años que lleva fecha 01.06.1939 y se publicó en la Revista Mensual “Optimismo”(12) que dirigía Blanca V. Cianciarulo:
PÁGINA BLANCA
Página blanca de ni negra vida
flor olorosa de mi mustio huerto;
tu mano tiene para mi herida
lo que la mano del Nazareno...
Y es tu modesta caricia suave
la luminaria en mi cielo negro.
Tiene tu boca para mi alma
el paliativo del dulce beso...
Y entre las sombras de mi camino
guarda la noche lampo sereno,
allá en el fondo de mi horizonte
se abre el profundo manto del cielo...
Y mis heridas que en su grandeza
destilan lentas un sufrimiento
son parsimonia de una esperanza
con una intensa sed de veneno!
Estructurado en cuatro estrofas inicia los primeros dos versos de la primera con dos antítesis “Página blanca de mi negra vida/ flor olorosa de mi mustio huerto”; construcciones similares reiterará posteriormente, entre otros, en el poema “Mujer Soñada” (p. 45) de la Antología Poética 1940-1963 “El Linaje de los Años” (1963) donde expresa: “Y el llanto negro, y la risa blanca”.
De ahí la grisácea atmósfera, también antitética, que genera su obra.
En el tercer verso humaniza a la página blanca transformándola en una mano que levanta, da consuelo, como la mano del Nazareno con Lázaro.
La mano como símbolo es una constante o tópico temático en la obra de Ruiz. Las manos como un emblema o registro de nuestra existencia; como contacto, servidoras y delatadoras.
(Citamos de su primer libro “La pasión que nos salva” (1947), a los efectos de ejemplificar “y estas manos sin nadie, solas como mi miedo” (“Canto”, p. 17); “tienes en cruz las manos, clavadas con sollozos” (“Destierro en el Poniente”, p. 37); “con tu mano en el pecho y tu amargura” (“Vísperas del Desierto”, p. 53); “la soledad me vence las manos” (“Invitación a la Nostalgia”, p. 59); “y están tus manos, puras de recoger jacintos” (“Hablar de Amor”, p. 60); “quiero apretar tus manos largamente” (“Estación”, p. 61) y en el poema “La Sangre sin Reposo” (p. 65), utiliza como epígrafe: “Pondrá su mano en el polvo, por si acaso hay esperanza” III - 29 - “Lamentaciones” - Jeremías, y expresa “la mano puesta sobre el suelo duro” , entre otros).
En la segunda estrofa, con construcciones similares, la mano entra en acción y es modesta caricia suave, luz de su negro cielo y la boca como un dulce beso para su alma.
La página blanca es el soporte del poeta; el costado luminoso de una existencia oscura.
Antes de proseguir manifestemos que hay ciertas reminiscencias con el poema “La Página Blanca” que Rubén Darío (1867-1916) incluyó en “Prosas Profanas y otros poemas” (1896), que dedicara a Antonio Lamberti (1845-1926).
El poeta más allá de vislumbrar una esperanza y ver que se abre el profundo manto del cielo busca hacer de la página en blanco un desahogo, su desahogo y pese al proverbio chino “No tomes veneno para saciar la sed”, lo desoye. Y se traduce cierto rencor, cierto remordimiento.
Otro poema no recogido en su obra editada es “Recordémosle...”, publicado en la Revista “Alberdi” N° 13, Año 9, Septiembre de 1939, p. s/n., Órgano Oficial de la Asociación “Juan Bautista Alberdi”, con Dirección y Administración en Calle San Martín 1125, de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, a cargo de Miguel Ángel Gonella. Poema también escrito a sus 16 años al que firma incorporando el apellido de su madre: Luis A. Ruiz Bastida.
Dicho poema alude a su compañero y amigo del Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”, Omar Fedullo, fallecido el 08.11.1938.
RECORDÉMOSLE...
No le lloremos, porque él no tenía lágrimas
para lo irremediable: sólo poseía la santa sonrisa
de su resignación.
No le ofrendemos flores, porque la flor es un
presente de alegría, como un renuevo...
“Deshojemos al borde de su tumba las melancólicas
flores que cultivó el recuerdo, húmedas de
las mejores lágrimas” interiores...
No desesperemos en el recuerdo: evoquémosle
suavemente, sin énfasis, como nos insta la quieta
serenidad de su sepulcro...
Omar, ofréceme
de tu celeste morada
tus alas silenciosas
que a ti quiero volar.
Y siga tu mirada
las sendas misteriosas
que debe de cruzar.
La poesía de Luis Alberto Ruiz que reúne la Antología Poética 1940-1963, titulada “El Linaje de los Años”, puede decirse que exhala perfumes, salpica colores e inventa formas como un jardín; a la vez que reúne la embriaguez, sazón, eclosión y encantamiento de la primavera, ya como escenario o ámbito contenedor de esa excesiva soledad que nombra una de sus críticas, la escritora Profesora Domitila Rodríguez de Papetti:
“Los poemas de Luis Alberto Ruiz configuran un gran mundo de soledad del que el creador jamás se desprende, puesto que es la esencia de su obra, y está imbuida por un invisible sentimiento de escepticismo y tristeza” (13).
Dentro de esos campos semánticos es la flor la realidad de ese o esos estallidos. La que generalmente gira en torno a la vida aunque a veces perfuma o dice del silencio quieto y frío de la muerte.
La muerte, lo crucificado, son una constante en su obra. En “No Conozco la Prisa” de “La pasión que nos salva” (1947), como aseverando lo que manifestamos, expresa: “...estoy sostenido por el mismo fervor, / igual intensidad de vivir, / igual posibilidad de pasión o de muerte” (p. 11).
Sólo para dar muestra de lo enunciado tomamos ejemplos de su primer libro: “La pasión que nos salva” (1947): “...siempre maduro para morir” (“Designio del Ángel”, p. 19); “Tienes en cruz las manos, clavadas con sollozos. / Que lenta y triste avanzas en la muerte...!” (“Destierro en el Poniente”, p. 37); “Manos viriles la llevaron toda / -desde el pálido pie hasta la sonrisa- / a una patria de hierros y de mármoles / que custodia un temblor de casuarinas” (“Muerte en el Río”, p. 42); “Alta -como las golondrinas y el lucero- / junto al rostro de Dios estás dormida... ” (“Epitafios Líricos”, p. 47) y “El otoño sepulta sus hojas fallecidas”. (“Invitación a la Nostalgia”, 58), entre otros.
A propósito del epitafio que citamos, el mismo está grabado en el bajorrelieve de bronce realizado por el escultor cordobés Horacio Juárez (1901-1977), sobre el sepulcro de Martha Suárez (1932-1946), en el Cementerio Municipal de Concepción del Uruguay.
En ese jardín poblado de flores y de soledad, se citan anémonas, azahares, azucenas, campanillas, claveles, glicinas, heliotropos, iris, jacintos, jazmines, laureles, lirios, madreselvas, magnolias, margaritas, mirasoles, nardos, rosas y violetas.
En “Amparo” como justificando este musical, lírico jardín, expresa: “Ahora entiendo el lenguaje de las flores; / oigo hablar a las piedras, e imagino / la voz celeste de los ruiseñores” (p. 15).
Y nombra “los jardines de (su) alma” (p. 166), y los otros, los reales y los que le recuerdan agonías o la muerte (p. 112). Por eso se siente “Jardinero” (p. 131).
Flor, flores, florecillas, ramos, hacen alusión a la mujer: “Mañana será el amor / como una flor en tu seno” (p. 91). Expresión que reitera en “Cantos Epilogales”: el amor (que es flor) “crea otra flor de fuego a su costado” (“Antes de la Ceniza”, p. 103).
“Me besas dulce. Como una flor, los labios” (p. 102) En “Piel del amor” de “Cantos Epilogales” (1981) expresa en una construcción similar: “…cada/ recuerdo de tu boca es una flor, / y yo tengo la boca iluminada” (p. 123).
En “El Habitante del Laberinto y otros poemas” manifiesta: “Quiero una flor que me perfume en gozo” (p. 15). Y en “Tiresias” insiste y ese querer dice de la “abierta floración de la hembra” (p. 46).
Y la primavera, esa otra mujer “celebrada por la sangre”, “creadora de jardines”, polen, latido, fecundidad…, es la que con su llegada, con su retorno, le permite ver a la mujer “llena de miel y golondrinas” (p. 65), llena de dulzura y vuelo. Por eso asombra que en “El Habitante del Laberinto y otros poemas” exprese: “…padezco otoño y cielo derramado. / Pero me reconozco primavera”.
Se reconoce primavera porque aún es capaz de amar; situación que se nos responde en “Los Bienes Prometidos” de “Cantos Epilogales” cuando manifiesta: “Soy un vasto desierto que apenas tiene savia para hacerte/ florecer a ti. // Me gustaría verte abierta en mi ramaje: / esa única flor hará maravillosas las primaveras que no se fueron/ todavía” (p. 87).
Sin embargo en el poema “Entre las Cosas de la Tierra” de ese mismo poemario manifiesta: “apenas soy una gastada ofrenda de un seco amor, / ceniza en oro de verde primavera” (p. 37). Y continúa: “El aire empuja la primavera contra mi rostro, contradictoriamente a lo que antes había afirmado, “... pero mi otoño es más fuerte que la vida” (C.E., p. 37).
“La fiesta de la primavera es para mí como la rosa/ deshojada sobre un túmulo”. Hay tanta plenitud y despliegue de luz en esta estación que “Muchas veces, un grito llena el espacio espléndido/ de la primavera” (“La Tumba de Lawrence” de C. E., p. 22).
Dentro de las flores citadas hay un espacio esencial para los “heliotropos”, ellos lo retrotraen a la infancia. Luis Alberto Ruiz en “La pasión que nos Salva” cita tres veces los “heliotropos”: “¿Dónde está el corazón, dónde el único sitio / poblado de heliotropos que conoció mi infancia?...” (“La Soledad Existe”, p. 31.). “Cuando retorne el tiempo grato a los heliotropos” (“Muerte y Transfiguración”, p. 39.). “Hoy conmemoro días de octubre y heliotropos, / (Tarde de marzo en paz” (“Conmemoraciones”, p. 31.) y en “La Mujer Lejana” una vez: “… ¡Dónde la fragancia / del heliotropo arde!” (“Música Alegre”, p. 29.).
Los heliotropos son sinónimo de pasado. Aquí hacen referencia a la soledad, la infancia, lo perdido. También pueden asociarse con el olvido. Con los afectos perdidos que a veces llegan a través del recuerdo. Para el poeta “estar en la tierra es despedirse”.
A su infancia el poeta la califica de “humilde” pero “dichosa entre jardines” (p. 118) y metaforiza como “un jardín milagroso” (p. 143).
En “Música Alegre y Clara” reitera esta asociación infancia-heliotropos: “en los lejanos días de la infancia // (…) donde la fragancia del heliotropo de noviembre arde!” (p. 18). Por eso hay “días de heliotropo y ensueño” (p. 40), “días de octubre y heliotropos” (p. 42) y un “tiempo grato a los heliotropos” (p. 114).
También ellos dicen de ella: “El celeste heliotropo nace de tu mirada” (p. 61).
La ausencia, la tristeza y la soledad, se asocian con las glicinas, violetas y magnolias: “Mi larga costumbre de estar triste, / mi universo lloroso de glicinas” (p. 34).
“Se abre la soledad, y el dejo amargo/ de la tristeza de la noche flota/ entre magnolias frías” (p. 29).
“Toda la ausencia toda / es este ramo de violetas/ que muere sobre el alma” (p. 36).
La pureza, lo perfumado, lo insinuante, se asocia con azahares, jacintos y azucenas:
“el óleo casto de las azucenas” (p. 73), “tus manos puras de recoger jacintos”, “tenía quince años como jazmines” (p. 71) y “Ya viene la primavera. / Y cien ríos de jacintos / bajan hasta tu cintura/ del monte de tu corpiño” (p. 91).
En “Cantos Epilogales” expresa: “mi olor clavel cubriendo tu azucena” para decir luego que forman “ese milagro espléndido y profundo: el indistinto aroma de dos ramos”.
La rosa, las rosas, “quemadas” (p. 63), “frescas” (p. 96), “solitarias” (p. 114), “dormidas” (p. 104), siempre rojas, fragantes y bellas, son sinónimo de pasión; por eso nos habla del “rosal de la sangre” (p. 166), de “la carne de las rosas” (p. 159), de su “humedad” (p. 36): “Y el costado de Ella / era un quieto paisaje de rosales // recuerdo rosas tibias a medianoche”.
La golondrina es primavera por eso en el poema “Después del Tiempo” expresa: “Como el pájaro de la primavera” (p. 44). Y sobre la mujer amada escribe en el poema “Muchacha”: “...estás llena de miel y golondrinas / como el retorno de la primavera”. Versos que repite textualmente en el poema “Última conmemoración de Ana María” (p. 65).
En “Vals” reitera y agrega: “Vendrás en primavera, cuando canten / melancólico adiós las golondrinas. De ahí que en “Pequeño poema de amor” manifiesta: “Por el camino que hacen las golondrinas / cuando la primavera llena el aire, / perfumada de amores te acercaste, / creadora de jardines, conmovida de brisas”.
De ahí que sintetizando podamos decir que su poesía nos deja “la flor de una lágrima” (p. 111), porque detrás de este mundo embriagador de corolas hay otro de lápidas y deshojamientos: “Como esa luz secreta/ que irrumpe al fin desde las flores” (p. 166).
A propósito, Luis Alberto Ruiz: “Como irrumpe la flor desde la tierra/ -médula y luz encima del quebranto- / (sale) del laberinto que (lo) encierra” (“Trigo de Eternidad”, C.E., p. 122).
Paralelo a esto la aparición del color, lo cromático, también puede citarse como otra constante en su obra. Por eso podemos decir que la poética de Ruiz es un “claroscuro” donde la primavera se ilumina con el amor y el final de otoño con la muerte; o una “antítesis” donde comprobamos al final que todo se marchita u oscurece.
Luis Alberto Salvarezza
CITAS:
1) -“Se adjudicaron los premios del Certamen Literario del Colegio”; Periódico “La Juventud”, Año LIII, N° 7044, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 23.07.1949, p. 2.
2) - Donde colaboran, entre muchísimos más, los entrerrianos: Fermín Chávez (1893-1965), Héctor Villanueva (1893-1965), Yelda Cresta (1893-1965) y Alfonso Sola González (1893-1965).
3- PANIZZA, Delio; “Luis Alberto Ruiz”, Periódico “La Juventud”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 20.01.1048.
4- “Homenaje a Ana Teresa Fabani” en el que se incluyen obras de Leopoldo Brodl, Córdova Iturburu, Juan L. Ortiz, Raúl González Tuñón y José Portogalo, Talleres Gráficos de “Blaistein Hnos.”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1951, pp. 21y 22,
5- Ruiz, Luis Alberto; “Ana Teresa Fabani”, Revista “Orquídeas”, Año III, N° 18, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 01.05.1952, p. 8.
6- Revista “Substancia ” Año I, N° 9, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 01.06.1952, p. 284.
7- Conferencia manuscrita, Museo Casa “Delio Panizza”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1952.
8- Archivo Museo Casa “Delio Panizza”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
9- En la que fueron antologados los siguientes poetas: Diego Fernández Espiro (1862-1912), Olegario Víctor Andrade (1841-1882), Gervasio Méndez (1842-1897), Luis N. Palma (1863-1894), Damián P. Garat (1869-1921), Emilio Berisso (1878-1922), Andrés Chabrillón(1887-1968), Juan L. Ortiz (1896-1978), Daniel Elías (1884-1928), Delio Panizza (1893-1965), Guillermo Saraví(1899-1965), Luis María Grané (1893-1927), Manuel Portela (1897-1949), Carlos Mastronardi(1901-1976), Amaro Villanueva (1900-1969), Mateo Dumón Quesada (1901-1954), Galo Zaragoza (1904-1965), Gaspar L. Benavento(1902-1963), P. Jacinto Zaragoza (1903-1979), Luis Gudiño Kramer (1898-1973), Ernesto Bourband T. (1901-1974), Reynaldo Ros (1907-1954), Marcelino M. Román (1908-1981), Alfredo Martínez Howard (1910-1968), José Eduardo Seri (1911-1976), Carlos María Dardán(1915-), José María Fernández Unsaín(1918-1997), Carlos Alberto Álvarez (1917-1986), Poldy de Bird (197-1950), José María Díaz (1918-1998) , Rubén A. Turi (1917-1992), Alfonso Sola González (1917-1975), Ana Teresa Fabani(1922-1949), Luis Sadí Groso (1921-2008), Emma de Cartosio(1928-2013), Rosa Isabel Lucero, Luis Alberto Ruiz (1923-1987) y Clara Luz Zaragoza (1932-). La iconografía estuvo a cargo de Miguel C. Defelipe(a cargo de los dibujos de los dibujos de Grané, Portela, Berisso, Turi, Dardán, Sola González y Clara Zaragoza), Alfredo Terzaga(1920-1974), a cargo del dibujo de Martínez Howard) y Norma Frigerio, a cargo de los dibujos restantes).
10- Gudiño Kramer, L.; “Escritores y Plásticos del Litoral”, Editorial “Castelví S.A.”, Santa Fe, 1955, p. 85.
11- Parodi, Roberto Ángel; “Poetas de Concepción del Uruguay” en “Guía Turística de Concepción del Uruguay”, Centro Editor “Río de los Pájaros”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1971, p. 53.
12- Ruiz, Luis Alberto; “Página Blanca”, Revista “Optimismo”, Año I, N° I, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 01.12.1939.
13- Rodríguez de Papetti, Domitila; “El Universo de Luis Alberto Ruiz”, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1978, p. 45.