IV. El río
Sin prisa
camina el rebaño del agua
pastando el cielo.
XXXV.
No me alcanza la piel para el aire ni los ojos para mirar el cielo ni el corazón para el impulso pluvial de la música hacia adentro ni los pies para cruzar la edad de la tierra ni las heridas para el dolor ni el tiempo para la muerte. Me es poco un cuerpo solo para sentir el mundo. Este instrumento de la sensación que se llena con pequeños indicios rastros huellas como una palabra, o la humedad de otra boca, o el silencio necesario de las piedras.