POEMA DE LA BRUJA

I

La bruja no duerme.

 

Pinchan

los grillos de la noche

el silencio constelado,

están bordando su amor

sobre el aire,

costureros anónimos

del insomnio.

 

La bruja no duerme.

 

Es medianoche

y el cielo profundo la abre como un ojo.

 

Será la luna,

el gigante silencio de la sombra,

aquello que se sacude debajo,

otra mirada,

o tal vez la propia

ardiendo

sobre ella misma.

 

II

Llueve con sol,

apenas entendemos esa urgencia,

ese revés con que sucede,

esos pequeños peces

temblando en el aire.

La piedra se lava luminosa

y si miramos mejor

vemos de cerquita

la bruja que se casa.

 

Se casa

en una celebración misteriosa

un aquelarre protegido por el río.

Pero no de blanco,

como todas las otras brujas que proliferan en el mundo

que se meten en las iglesias para cuidarse de la culpa

que mienten con albor.

Esta hija del diablo ríe con todo el cuerpo

con una carcajada

desde la boca hasta el sexo

con los pechos galopantes de tanto carcajeo

porque llueve con sol y va a casarse desnuda

con sus demonios,

con sus amantes.

 

Le voy a regalar una montura

de tierra, hierba y rocío

para que su entrepierna huela a monte o a patio,

un abrazo de mil años

sanador de inquisiciones,

la raíz de un silbido creciendo a boca tendida;

le voy a regalar

una cama donde se enreden las estrellas,

también mandrágoras

y amapolas,

un beso en la libertad,

una música vieja,

pero, sobre todo, mi lealtad,

porque

también soy una bruja

y va a llegar el día

en que me llueva con sol

y yo tenga que casarme

coserme

con mis bestias,

con la muerte,

conmigo misma.

 

De Cuaderno para brujas (Editorial de Entre Ríos - 2019)