De “La inocencia y el viento” (2014)
Pasó el verano y el invierno mientras sus ojos perdidos hablaban de otros años. Otra casa encendida acaparó la noche y ella no supo ver más que puertas y ventanas. Más que el día de ayer. Aquel hombre en la plaza que ya no la esperaba. Pero cada oración es un barco sin anclas y así su voz ardía entre los laberintos de algún credo. María era su punto de partida, después pasaban santos y estampitas hasta llegar a Dios como final. Cuando el amanecer desmentía su acento, su cuerpo se dormía sin albergar milagros.