El agua es todo, Pérez. Nadar. Enfrentar las olas saladas. Meterse por debajo. Música. La clase de trampa en la que siempre deseas caer. Las pompas carnosas del interior de la vagina, como trompas suaves de peces que no muerden.
—¿Sabes nadar?
Y Pérez que contesta como puede:
—Mal, pero me arreglo, la plancha bastante bien, crowl más o menos.
Besar el agua, Pérez. Escupir esos chorritos al sacar la cabeza y aguantar un poco más hasta la brazada que viene. Esperar el momento de soltarse. El desparrame: soltar las amarras y dejar que el viento. Que te arrastre la ola. Así funciona: morirse una y otra vez, saber nadar.