Los poemas centrales de este texto crecen sobre una misma pregunta y respuesta que se multiplica en variantes y ramificaciones, formando una red convergente de significantes sobre la sustancia del ser. La reflexión filosófica se instala sin retórica en el territorio poético, abarcando lo bello y lo horrible, lo natural y lo artificial, lo inasible y lo obvio: “ESPUMA pura espuma / ¿de qué otra cosa estamos hechos? / ¿de qué otra cosa podría estar compuesto el poema? / de Espuma, claro, de espuma / de pura espuma, como el vuelo del pájaro / como el trino, de espuma”.
Estos versos avanzan impulsados por un viento lúdico, lejos de lo convencional, cohesionados sobre la imagen recurrente de la espuma, que encuentra su emblema en la ambigüedad del símbolo, donde lo leve, lo frágil y efímero también implica a su opuesto: “No hay torre inexpugnable sin espuma”.
El poeta no le canta a la rosa (1) sino que la hace florecer en versos leves y cortos, con imágenes y ritmos que acompañan una mirada recreadora de objetos y lugares a través de la palabra. Coherentes en su unidad esencial, también el apéndice “Fantasmas de la Espuma” es una especie de diccionario para lectores cronopios que incluye una serie de postales que progresivamente perforan el paisaje para penetrar en el pasado, en el mito personal: “El palo borracho sí era de este mundo, yo veía salir su tronco enorme desde la tierra de mi patio y alzarse para que el avión a chorro lo viera y no perdiera el rumbo”(Estela).
Desde la objetividad de la lluvia ácida o la peculiaridad del nombre de una flor silvestre; desde el exabrupto hasta el amoroso uso del diminutivo, Montesino se revela experto en dar vuelta la escritura como un guante, para afianzar un subjetivismo que ignora la lógica. Sus versos respiran en el territorio de la paradoja, donde el poeta une los extremos de una costura imposible a través de un delicado lirismo, utilizado como si fuera una varita mágica.
El corpus de este libro se inscribe en lo que Italo Calvino define como el territorio de la levedad, aquel donde la literatura pierde peso, o mejor dicho pesadez, a fuerza de recursos esencialmente poéticos.
(1) Indudablemente la mención de las obras de Vicente Huidobro y de Lewis Carrol no son casuales.
Santa Fe, junio de 2000
Este artículo fue publicado el sábado 3 de junio de 2000
en el suplemento literario del diario El Litoral de Santa Fe, Argentina