DE PASEO

      Hasta llegar al puente, el camino estaba moteado de casas.   

    Después venía un trecho de campo liso y seco. Él aceleró, colocó la cuarta marcha y siguió mirando la angostura del  asfalto. Ella engarzó  contra su pecho la cabeza del niñito cubierta  con un gorro de lana.

    Viajaron tal vez 10 minutos, quizás menos, sobre la ruta vacía.

    Bajaron al parque por un camino de tierra.

    Él  detuvo el auto cerca de los juegos para niños, abrió la puerta y  encendió un cigarrillo. Ella miraba las  piedras sobresaliendo del pasto, miraba algunos fogones tiznados, miraba  los juegos para niños. El caminó por el borde del   camino con las manos en los bolsillos de la campera, orinó junto a un árbol, el  cigarrillo oblicuó sostenido entre los  dientes. Ella seguía sentada, con el niñito recostado sobre su cuerpo. Él miró. Ella estiró hacía los puños las mangas del saquito celeste, lo abotonó hasta el cuello y bajo del auto. El fumaba. Ella acomodó al niño en una hamaca alta, ajustó la cadenita para que no cayera. Suave lo hamacó. Rozó con el dorso de la mano la mejilla rosada y volvió al coche.

    Él  se paró erguido,  se pasó la mano por su pelo muy corto, juntó los talones por pura costumbre, miró a la mujer con los ojos vacíos,   subió al coche, lo puso en marcha y arrancó despacio, ella giró la cabeza, miró por el vidrio trasero, el niño se había inclinado hacia un costado,  los traslúcidos párpados semicerrados,  adormecido por el balanceo. Ella vio unos brazos enfundados en mangas engalonadas que hacían los movimientos inversos a los suyos, una mano blanca, cuidada, sostenía al niño, la otra  desenganchó la cadenita que lo sujetaba,  lo alzó y se alejaron.

    Un último rayo del sol de un atardecer inigualable, resplandeció en las botas impúdicamente lustradas.

    La tristeza se estrelló  en la cara de ella que cerró los ojos tratando de  alcanzar el futuro que le era negado,  sin  razón.

    Ella  ya no podía llorar,  estaba seca y  con una sola certeza,  esta noche o tal vez mañana, las aguas del  río la recibirían.

    Se hundió en el asiento del  auto, cerró los ojos,  descansó, descansaría.