Cocinaba y me puse romántico.
Como una rosa boba
la cebolla deshojé.
No sé si por el aura
fogosa que desprende
(el aroma es la espina),
pero lloré.
Y fue más bien risotada
el desperdicio. Con la risa
alcanzó la comisura
la lágrima lenta
(toda tristeza es lenta)
que bajaba
y tragué.
Mi propio aperitivo,
concentrado,
gota fuerte
como buen remedio.
Y compensé lo perdido
para alimento.
No sé si de impresión
o expresión,
pero al fin lloré.
Y fue el corazón vacío.