Podría tomar un verso de Acaso luz para desatar la historia detrás de los poemas. Sé que el 20 de septiembre del 2020 el sol atravesó todos los árboles del parque Urquiza, sé que los bichos desparramados bajo la luz de esa mañana justificarían este libro, sé que la fragilidad de ese día contenía la duradera belleza de estos poemas. Washington primero fue un punto amarillo en ese horizonte. Mi hija tenía dos meses y salimos a ver la primavera aunque estuviera prohibido: no se le puede prohibir a un recién nacido presenciar cómo el mundo florece a su mismo ritmo. Después de ser un punto fue un abrazo, seguramente nos echamos alcohol, dijimos cosas alegres y nos despedimos, pero a los minutos escuchamos el grito y el pedido de socorro. Un jején puede haberlo mordido o un tiburón, en ese momento supimos que un cuerpo vivo puede dejar de estarlo en un minuto, “apagarse” como la cola de un bicho de luz, el rastro fluorescente perdiendo el brillo.
Este libro recupera el corte del aire de un día que parecía maravilloso. Washington logra a través de su delicadeza hacer el trabajo arqueológico de buscar en los huesos que el cuerpo tuvo ese día, y de poder decir aquello que deja a la voz sin voz, con la lengua anudada, con los ojos en blanco, con las venas abriéndose como campos azules de un lino peligroso, la piel otra frontera.
Entonces opera la emoción del poema, el afectus del cuerpo, de los cuerpos amados que ven cómo se tejen los destellos que intentan atrapar la respiración de la vida. En estos poemas todos los corazones aprenden a respirar.
Acaso luz, acaso un milagro, acaso el galope del corazón que más nos quiere latiendo, este libro es la invitación a celebrar la vida, a mirarlo todo con ojos nuevos, como la mirada de la niña que fue una beba sentada al lado del cuerpo cayendo, como el hombre que alza a otro hombre sin la lluvia de arroz pero con el sol como ofrenda a cambio del aire en los pulmones para llenar de nuevo los suyos. Poemas con aliento, con el pulso vital, con la muerte que jamás se nombra, con la sombra de las patas de los insectos y con la luz arrolladora que puede contra todo, incluso contra la palabra muda. Hojas en blanco, piel transparente, poemas que dejan sin aire, los pies llenos de adrenalina. Resbalemos hacia el sueño.
Tomado de: https://www.hdediciones.com