“Cada libro muestra una evolución como persona, pero además como escritor”
Por Jorge Héctor Bonvin – Para: https://laciudadrevista.com
Cuando se haga una antología de escritores uruguayenses, Rodolfo Oscar Negri, aunque es nacido en La Plata va a estar presente, porque desde 1974 vive en Concepción del Uruguay donde ha formado su familia y ha desarrollado la mayor parte de su vida, pero sobre todo va a figurar porque ha sido fiel a aquel dicho de Tolstoi, “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. En sus cuentos está la ciudad y sus lugares.
Si bien siempre estuvo cerca de la escritura, por su vocación periodística, empezó a escribir cuentos de grande (pasados los 50 años), pero una vez que comenzó lo hizo continuo con una asiduidad notable. En 2.010 publicó su primer libro de cuentos “Diez pasos de pantalones cortos” con relatos de su infancia y luego le siguieron al año siguiente “De aquí, de allá y de mi abuelo también”, en 2.013 “Para muestra basta un cuentito”, en 2.014 “Historia de la Rys y otros cuentitos” y en febrero de 2.017 “De todo, como en botica”. Además tuvo tiempo para participar en distintos concursos literarios obteniendo varios premios y reconocimientos locales, provinciales, nacionales e internacionales, como –por mencionar algunos- en 2.012 fue seleccionado para ser incluido en la VIII Antología Internacional Digital de Poesía y Narrativa “Elegidos 2.012”, fue elegido para ser incluido en la Antología pagiInternacional de escritores del Mercosur que editó SADE Gualeguaychú en sus ediciones del 2.013 y del 2.015 y ese mismo año, FINEDU (Finalidades Educativas) selecciona uno de sus cuentos para incorporarlo a la “Antología de Cuentos de la Argentina de Hoy II”, en 2.018 se hizo acreedor a una mención de honor en el concurso literario internacional del Instituto Cultural Latinoamericano quien incluyó un cuento suyo en la Antología “Ensamblando Palabras” y también este año la editorial de Buenos Aires Dunken, en su proyecto ROI (Recepción de Obras Inéditas), que selecciona y publica obras de autores independientes, incluyó un trabajo suyo en la Antología “Voces Cruzadas”, siendo la tercera vez que lo hace ya que publicó cuentos suyos en las Antologías “Letras del Face” en sus versiones 6 (2.014) y 12 (2.016).
Rodolfo Oscar Negri es un amante de la literatura, un lector incansable, que tiene gran experiencia en el arte de la escritura, pero con la saludable creencia de que tiene mucho todavía por aprender, quizás a eso se deba que, en sus títulos, sus cuentos son “cuentitos”.
En estos tiempos de cólera, diría García Márquez, no es fácil publicar, sin embargo, en poco tiempo has publicado 5 libros. No es una tarea fácil, por cierto.
No es fácil publicar cinco libros, es cierto, yo tuve la fortuna de tener apoyos importantes. Por ejemplo, tengo una edición completa a cargo de Río Uruguay Seguros y acá cabe hacer un paréntesis. En RUS trabajé más de 41 años y entre las muchas, las tantas cosas que le debo a la Cooperativa (y que agradezco profundamente) está el hecho de pagar la edición de mi primer libro. No se si no se hubiera editado ese, si hubieran seguido los demás; pero –te cuento- que el proceso no fue fácil. La empresa determino que un jurado de tres profesoras de literatura viese el material para determinar si tenía “valor literario” y recién luego de su aprobación, se decidió la publicación de mi primer libro: “DIEZ PASOS DE PANTALONES CORTOS”. Así que mi eterno agradecimiento a RIO URUGUAY SEGUROS, de quien fui -y seré hasta que el Creador me llame- parte porque tengo su sello grabado (es una metáfora) y la llevo adentro de mi ser. También tengo que agradecer al Gobierno de la Provincia que -en una de las tantas acciones de apoyo a la cultura que se ejecutaron en épocas de la Vice gobernación del Dr. José Eduardo Lauritto- tuvo la generosidad de incluir entre más de cincuenta ediciones que llevó a cabo de autores entrerrianos, un libro mío. En este caso fue el segundo: DE AQUÍ DE ALLÁ Y DE MI ABUELO TAMBIEN. Después he tenido la suerte de ganar algunos premios que significaban publicaciones. También Río Uruguay Seguros (a diez años casi de mi primer libro) me ayudó a solventar la mitad de otro libro, el último: DE TODO COMO EN BOTICA. Por otro lado, he conseguido apoyos y auspicios de gente que le ha gustado lo que yo escribía, con buena disposición para ayudarme y eso fue fundamental. Ahora estoy con dos libros en la gatera, la crisis se ve que está golpeando muy fuerte y tengo pendiente la historia de Río Uruguay, un breve relato que se titula “DEFENDER LO NUESTRO, Breve Historia de RIO URUGUAY SEGUROS”, que no es una historia escrita desde un punto de vista científico (porque no soy un historiador), pero que resume la trayectoria desde su creación y en donde mucho de esos momentos me contó cómo participe. RUS la va a publicar, en una edición de lujo y como regalo empresario. Personalmente he realizado el pedido de que me apoyen para hacer una edición del modo tradicional que llegue a todos los empleados y a los uruguayenses que les interese. Estoy esperando la decisión y ojalá que sea positiva porque es un hito para la ciudad, la provincia y el cooperativismo nacional. RIO URGUAY SEGUROS es un ejemplo y su historia debe conocerse. Además, tengo otro libro de cuentos que tengo casi terminado (se llamará ¿TE CUENTO UN CUENTO?) y ya estoy en una búsqueda infructuosa –hasta ahora- de auspiciantes. No, no es nada fácil.
Supongo que los libros son como los hijos, uno los quiere a todos por igual, pero a uno por alguna situación especial busca protegerlo o cuidarlo más. En tu caso, ¿hay un libro que cumpla este requisito?
Cada libro muestra una evolución como persona (la misma que tenemos en la vida), pero además como escritor. Yo empecé a escribir cuentos en el 2007 aproximadamente y por un hecho fortuito. Había escrito notas, comentarios, pero no es lo mismo. Nosotros –Jorge- que hicimos muchos años periodismo sabemos que hay fórmulas para escribir las noticias, ¿Qué pasó? ¿Dónde pasó? ¿Cuándo pasó? ¿Cómo pasó? ¿Por qué pasó? ¿Quiénes fueron los protagonistas? ¿Cuáles son las consecuencias?; en fin, esas siete preguntas son clásicas y toda noticia debería tener y digo debería porque si hoy tomamos las noticias que salen no siempre están respondidas esas preguntas que son el ABC del periodismo. No es lo mismo escribir noticias, escribir notas que escribir un cuento. Fui aprendiendo a escribir cuentos porque me gustaba y tuve invalorables ayudas, por ejemplo, de la profesora Graciela Díaz o de Susy Quinteros. En el caso de Graciela no es escritora, pero es una excelente profesora de Literatura y de la dureza de sus conceptos, observaciones y correcciones, aprendí mucho; en el caso de Susy además se sumó la experiencia del aporte de una extraordinaria escritora y a eso agregué lo que aprendí en su taller literario donde concurrí por más de diez años. Tengo un enorme agradecimiento a ellas y a la gente con las que compartí las cosas que escribía porque me sugerían, pero además de aportar a mi trabajo, me alentaban a seguir haciéndolo y por eso lo hago, sumado a que disfruto de hacerlo, me gusta.
En cuanto a la figura del libro como hijo, es tal y cual vos lo decís. Uno lo imagina, lo concibe y finalmente lo publica. En ese momento, deja de pertenecernos y comienza a ser propiedad de los lectores que le dan su interpretación, lo leen y lo viven a su manera. ¿Hay alguno que más me guste? Tal vez no que me guste, pero el que más siento es el primero porque en él hago relatos que tienen que ver con recuerdos imborrables de mi niñez. Allí están mis padres, mis afectos, mis recuerdos, mis nostalgias y muchas otras cosas más que viví en un mundo tan lejano que ya no existe.
En tu caso escribís cuentos, ¿cómo es la creación de un cuento? ¿Lo tenés desarrollado antes de ponerte a escribir o lo inicias y dejás que se vaya desarrollando a medida que lo vas escribiendo?
Las fuentes para la historia son múltiples, desde situaciones que uno vive, a acontecimientos que les pasaron a otros. Había un escritor, de quien no voy a dar el nombre por lo que voy a decir; él decía que los escritores son un poco todos ladrones porque roban historias ajenas, cosas que le pasan o pasaron a otras personas y es cierto. Las adornamos, le ponemos fantasía, incluso mucho de lo que hay dentro de nosotros mismos, pero en definitiva el núcleo central de la historia por ahí le pasó a otra persona, o nos pasó a nosotros mismos o surge de una noticia que salió en el diario o escuchamos en televisión. En mi caso tengo una metodología, primero pienso el final y después voy construyendo la historia y desarrollo el camino para ver cómo llego a ese remate. Las situaciones que generan las historias se producen en cualquier momento y situación, a tal punto que muchas veces me pasa cuando estoy durmiendo y me despierto con una idea o sueño inspirador. Tengo una libretita en la mesa de luz (que me regaló mi compañera del Taller de Susy Quinteros, Nélida Gercek), con una lapicera, y en ella anoto tres o cuatro palabras que me van a servir a la mañana siguiente para acordarme (porque uno se olvida de los sueños que tiene). Es increíble la cantidad de historias que me han surgido durmiendo, también es muy importante la cantidad que perdí (se borraron de mi mente) por no anotarlas. Además de tener la historia, hay que contar con el tiempo disponible y la disposición, las ganas. Decían los griegos que eso de las ganas es la inspiración y tenía que ver con una creación de los dioses. Zeus que era el capo de todos los capos, se juntó con Mnemósine, diosa de la memoria, que era muy linda y -cosas que solo pueden hacer los dioses- se acostaron 9 noches y engendraron nueve hijas, cada noche una distinta, que es lo que se llaman las musas. Las musas inspiran a quien escribe o realiza cualquier tipo de creación artística, pero en realidad quien escribe o desarrolla algún tipo de actividad no es sino un instrumento que usan los dioses para hacer llegar a todo el mundo lo que ellos quieren. Es decir, para los griegos, la culpa de todo la tenían los dioses, ellos se lavaban las manos, si la historia que escribían, si la estatua que hacían o cualquier obra que realizaban, eran una porquería, ellos no tenían nada que ver, la culpa era de Zeus porque les mandó una letra o una inspiración equivocada. Unos genios los griegos para sacarse la responsabilidad de encima.
Los romanos dieron un pasito más adelante en la historia, ellos decían que Dios soplaba una idea, soplaba la inspiración y había que tomarla y si no la tomaba al que iba dirigida, por ahí la tomaba otra persona o eventualmente nadie, porque quedaba en el aire, como una ráfaga de viento, una exhalación, como un suspiro. Con esto los romanos dan un paso adelante en el sentido que compartir la responsabilidad y asumen una parte de la misma. Es como en los choques de autos, hay responsabilidad compartida.
Tuvimos que venir los cristianos para embarrarlo todo, es decir, con un discurso totalmente cambiado donde cada uno es responsable de lo que hace, donde vos sos libre de tu propio destino, tenés libre albedrío y si lo que hiciste es una porquería es porque vos hiciste una porquería y no le podés echar la culpa a nadie más que a vos mismo.
¿Por cuál de estas tres historias te inclinás, teniendo en cuenta que la de los griegos es la más cómoda?
Si bien mezclo estas tres historias, en realidad creo que la inspiración existe. Hay un momento, que es casi mágico. Son instantes en los que uno se pone a escribir y las cosas salen solas, instantes fantásticos donde los dedos se escurren diestra y sabiamente sobre el teclado porque parece que hay un ser fabuloso e imaginario que nos está dictando al oído lo que tenemos que escribir, lo que tenemos que poner. Es maravilloso. A mí me ocurre. Muchas veces me preguntan ¿cuánto tardás en escribir un cuento? y les respondo –para su sorpresa- que lo escribo en dos horas, dos horas y media; ahora esa es la primera versión, después me lleva un mes y medio, dos meses de trabajo el ir puliéndolo, corrigiendo, cambiándole cosas, compartirlo, volver a corregirlo. Yo lo comparto con tres o cuatro personas de mi confianza que desde otra visión me ayudan a mejorar el texto, me dan sus visiones del relato, me aportan correcciones… incluso me dicen “esta historia no es buena, guardala y leela después de dos o tres meses. Seguro que la tirás”, me ha pasado, o “tal vez esto si lo enfocaras de otra manera se presentaría mejor, se entendería más”. En eso, el autor que se crea el dueño de la verdad y que lo que elaboró está perfecto, es un soberbio. Es muy enriquecedor el escuchar otras voces. Me acuerdo que una vez viendo en el canal Encuentro al hijo de Alfonsina Storni, él mostraba la biblioteca y abre un libro de su madre, lo muestra y Alfonsina nada más y nada menos –la propia autora- había tachado y corregido parte de esos poemas, ya publicados. Si Alfonsina lo seguía mejorando que queda para los que no tenemos ese sagrado talento…
De todas maneras, creo que a las historias hay un momento en que se debe soltarles la mano y dejarlas caminar solas, olvidarse de ellas porque si no uno se obsesiona y las persiguen el resto de su vida porque nunca se va a quedar estar conforme con cómo quedaron. Es el momento en que uno abandona una historia y que ésta pasa a ser propiedad del lector y es él –cuando la lee y hace suya- quien interpreta y da sentido a lo que uno escribió, tal vez desde otra óptica y con otro espíritu del que tenía cuando se concibió, pero que es tan válido como aquel.
¿Cuál consideras que es el mejor momento para escribir?
No hay hora para escribir, es tema es la disponibilidad, sentirse con ganas de hacerlo y cuando te sentís con ganas de hacerlo, si –además- se dan las otras dos condiciones; es decir, tener el remate y la inspiración como para llevarlo a cabo, ese es el momento adecuado para escribir.
¿Hay algún escritor que te influya o que prefieras?
Hay varios escritores que me gustan y que desearía ser como ellos. Soy un gran admirador de Gabriel García Márquez, que me parece que llevó a la literatura a un punto sublime, desde lo que –por lo menos- a mí me gusta. Abelardo Castillo me parece fantástico, Roberto Arlt, Mempo Giardinelli, Roberto Mallo… Después hay entrerrianos que admiro profundamente como Juan José Manauta, que es un gualeyo que falleció hace poco tiempo y que escribía todavía algunas de sus magistrales historias hasta el momento de su muerte y salían en el suplemento literario de Página 12. Hay muchos otros escritores que admiro y me gustaría emular y de todos aprendo un poco. Leo, leo mucho. Creo que lo más importante para poder escribir es leer y soy un apasionado de la lectura. Jamás podría escribir como Borges, más allá de las diferencias de talento, por las temáticas que Borges asume. Lo de Borges es sensacional. Borges mismo cuenta en un reportaje que en uno de sus primeros cuentos lo ubicó en el barrio de Saavedra, muy cerca de donde él vivía o había vivido, y cuando lo publicó mucha gente lo empezó a cuestionar, porque en Saavedra esas cosas no pasan, no se habla así allá, etc. etc. etc. Entonces empezó a pensar cómo resolver las críticas y pasó a ubicar sus historias en los finales del siglo XIX, en los arrabales porteños, entonces no había testigos que le pudieran cuestionar lo que él decía. El terminaba el reportaje diciendo que es tan maravillosa la literatura que nadie sabía lo que pasaba en los arrabales por aquel entonces y que ahora lo sabe por las historias que él mismo imagino, que él inventó y que convirtió en realidad. Otra persona que admiro y que tampoco me siento con capacidad siquiera de imitarlo es Julio Cortázar, para nombrar alguno de los tantos que existen y me gustan.
¿Empezastes a escribir de grande, pero qué consejo le darías a un joven que quiera incursionar en la escritura?
Que lea, que lea mucho y que asuma el riesgo de compartir sus escritos y que los exponga. La crítica muchas veces es la mejor ayuda para quien quiere aprender a escribir, a progresar, a evolucionar. No hay que tenerle temor, al contrario. Estamos de acuerdo que hay crítica que se puede hacer con buena intención y otra que se hace con mala. Hay que saber valorar o no a la crítica de acuerdo de quien viene; pero –además- hay que tener criterio para decir: esta corrección que me sugiere fulano de tal no la plasmo en mi texto porque yo quiero que quede así, porque deseo que quede tal como está. Eso hace a la creación de una forma de escribir o un estilo propio. Al menos yo, lo hago así.
¿Quisieras agregar algo?
Abusando de tu gentileza me gustaría agregar algunas cosas más.
En principio el decir que me parece que el apelativo de “escritor” me queda grande, soy –apenas- una persona a la que le gusta y disfruta escribiendo.
Después agregar que mis cuentitos (como me gusta decirles), al revés de lo que es la tendencia actual que busca no identificar lugares para hacerlos globales, mis relatos son normalmente situaciones cotidianas, simples y sencillas; con la particularidad de ubicar -en su mayoría- el escenario de las acciones en nuestra ciudad: Concepción del Uruguay. Allí anclo las historias y eso permite la identificación del lector lugareño que ve transcurrir las narraciones en lugares familiares y conocidos.
Tampoco quisiera dejar de mencionar que esto de escribir me trajo muchas alegrías y entre ellas está en que varios profesores (me atrevo a mencionar a Susana Dutra, Raúl Tournoud, Laura Butteri, por ejemplo) utilizan mis cuentos en sus clases de Literatura y en algún momento del año me invitan a conversar con los alumnos –normalmente adolescentes- sobre el contenido de los mismos. Les puedo asegurar que es una experiencia maravillosa de una riqueza extraordinaria que disfruto enormemente porque el dialogo entre el autor y el lector es casi un acto de ciencia ficción, tremendamente enriquecedor y que tengo que agradecer muy especialmente a estos docentes que buscan rescatar lo que se hace en la ciudad y en particular mi trabajo.
Finalmente agradecerte a vos Jorge, por la gentileza y generosidad de pensar que yo era una persona como para ser objeto de un reportaje. Gracias. Muchas gracias.