Siempre sorprende
la repetición de los gestos
al bañarse,
al doblar la ropa
y guardarla en los roperos.
Los años me han enseñado
el ahorro de energías y la precisión.
Y hasta a mirarse en los espejos
con la ceguera necesaria.
Sabemos que hay siempre una frase
que nos espera.
Y el beneficio de la lluvia.
Y hasta la sonrisa
ha encontrado su medida justa
y el domingo la dimensión doméstica adecuada.
Pero hay cosas que todavía nos indignan.
Y todavía
la mentira presurosa
viene en ayuda de un amor imposible.