NARCISISTA Y MARIDO MUERTO


Trabajador de changas ciudadanas,

lo que encontrabas por ahí

para pagarte las copas.

Canoso, vencido, con un bastón

contra las burlas de los tontos

y tus piernas inseguras:

muerto, vagabundo sin prisa.

 

Vengo desde distancias a encontrarte,

solo

como siempre viviste

a pesar de nuestras sopas de maíz,

a pesar de nuestros encuentros nocturnos.

Me decías que yo tenía

demasiados libros en la cabeza

y quizás tenías razón

cuando elegías las camisas

o regalabas las corbatas que te compraba.

 

Espero el reloj que me prometiste

mientras te daba el brazo por la calle

y estaba contenta de tener un hombre

enredado a mi cintura.

 

Casi no reías,

no sé qué recuerdos o qué encuentros

te volvieron bebedor incansable,

pero amabas la tierra

y mirabas los ríos y los animales

con tus ojos de niño.

 

Trajiste para mí un gato blanco

en el bolsillo del gabán

y me levantabas en el aire

con tus brazos de fiesta.

No supe darte paz y alegría

y ahora sé que hemos vivido inútilmente.

 

Estás muerto,

perdido en los baños de los bares

como otras veces

cuando rechazaba tus caricias.

 

Y pasarán centurias

antes que todo se haga trizas

como se hará,

y la vieja Botana y mi madre,

y vos y Manrique y Teba y tantos

hayamos comprendido

que la vida es sencilla

y el sexo un lugar como otros

y la cultura un estrabismo apenas.

 

Con tu mano en mi mano,

Neil borracho,

recibo tu certificado de muerte

y miro el anillo que me compraste

hace tantos años

por treinta y cinco pesos.

 

Amigo: único yanqui pobre,

motociclista en el cilindro de la muerte.