EL GUAPO


 

                   A la memoria de San Juan Moreira  
                               Muy devotamente  


El barrio le admira. Cultor del coraje,             
conquistó, a la larga, renombre de osado;   
se impuso en cien riñas entre el compadraje   
y de las prisiones salió consagrado.   
    
Conoce sus triunfos, y ni aun le inquieta   
la gloria de otros, de muchos temida,   
pues todo el Palermo de acción le respeta   
y acata su fama, jamás desmentida.   
    
Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,   
hondas cicatrices, y quizás le halaga    
llevar imborrables adornos sangrientos:   
caprichos de hembra que tuvo la daga.   
    
La esquina o el patio, de alegres reuniones,   
le oye contar hechos, que nadie le niega:   
¡con una guitarra de altivas canciones    
el es Juan Moreira, y el es Santos Vega!    
    
Con ese sombrero que inclinó a los ojos,   
con esa melena que peinó al descuido,   
cantando aventuras, de relatos rojos,   
parece un poeta que fuese bandido.   
    
Las mozas más lindas del baile orillero   
para él no se muestran esquivas y hurañas,   
tal vez orgullosas de ese compañero   
que tiene aureolas de amores, y hazañas.   
    
Nada se le importa de la envidia ajena,   
ni que el rival pueda tenderle algún lazo:   
no es un enemigo que valga la pena...   
pues ya una vez lo hizo ca...er de un hachazo.   
    
Gente de avería, que aguardan crüeles   
brutales recuerdos en los costurones    
que dejará el tajo, sumisos y fieles,   
le siguen y adulan imberbes matones.   
    
Aunque le ocasiona muchos malos ratos,   
en las elecciones es un caudillejo   
que por el buen nombre de los candidatos   
en los peores trances expone el pellejo...   
    
Pronto a la pelea -pasión del cuchillo   
que ilustra las manos por el mutiladas-   
su pieza, amenaza de algún conventillo,   
es una academia de ágiles visteadas.    
    
Porque en sus impulsos de alma pendenciera   
desprecia el peligro sereno y bizarro,   
¡para el la vida no vale siquiera   
la sola pitada de un triste cigarro!...   
    
...Y allá va pasando con aire altanero,    
luciendo las prendas de su gallardía,   
procaz e insolente como un mosquetero   
que tiene en su guardia la chusma bravía.